martes, 14 de febrero de 2012

Lecturas

Fresy Cool, de Antonio J. Rodríguez. Tanto troll vilipendiándole. Tenían que estar, por fuerza, todos equivocados. Con esa firme convicción he empezado a leer. Con esa alegre convicción. Y eso que, por decirlo finamente, a mi el ambiente literario, sea lo que sea, me la suda totalmente. Me es indiferente. Creo que estoy produciendo un ruido cacofónico bastante molesto con estas frases. En esta que acabo de escribir tal vez haya una redundancia, folks. El Señor S es incapaz de resistirse a llevar la contraria cuando cree que llevar la contraria es necesario y, aunque por sus venas corre lirismo a lo Trakl, a lo Pizarnik, a lo triste y alegre a la vez, su corazón bombea DFW a borbotones -si bien en su cabeza siempre está de guardia Spinoza- y no critica lo que no entiende -a veces tal vez lo haya hecho, pide disculpas a Bob Dylan y a Spinoza, nadie está completamente a salvo de caer en las garras temibles de odio y del resentimiento, los males capitales según nuestro bienamado Baruch- y, por tanto, desprejuiciado y levemente entusiasmado, acomete la lectura de Fresy Cool -en realidad habría que decir que la acomete con prejuicios a la contra-. El Señor S. ha leído algunas novelas que preconizaban la buena vieja nueva de contar historias de forma sencilla y cuyos autores reaccionaban como viejas histéricas en la cola del supermercado contra lo que consideraban payasadas de estudiantes (a Mr. Joyce, a Mr. Gaddis, a Mr. DFW) y se ha aburrido mortalmente. Las viejas se cuelan en los supermercados, se creen con derecho a pasar antes que los jóvenes. Si dices: señora, oiga, que yo también tengo que ir a casa a hacer la comida, te miran mal e invocan la decadencia de occidente y la flagrante falta de valores morales cristianos y la apertura de los sellos y de las trompetas. Los que escribían estas nuevas viejas novelas se creían la reencarnación de Faulkner y se autoproclamaban a la altura de Franzen. El Señor S. ha salido escarmentado de dichas lecturas (ni de lejos, a Faulkner no se le atisbaba ni de lejos) prefiriendo cualquier ejercicio pseudovanguardista de jóvenes delirantemente ambiciosos, o lo que sea, a la conservadora llamada a volver al redil. Cualquier cosa con tal de: NO MORIR DE ABURRIMIENTO. Escena, dialogo, conflicto, resolución, fin. QUE TE DEN. Así piensa -hoy- el Señor S., quien necesita cafeína y cigarros a mansalva para que en su cerebro se organicen fiestas químicas de desenfreno intelectual porque tiene que estudiar (se supone). Por otra parte (¿otra parte de qué?), sabiéndose al margen de las querellas literarias (imagínense a un tipo diciendo: DFW es Dios y si no te gusta te parto una botella en la cabeza; no se puede discutir con un tipo así de intolerante) el Señor S. se siente también: libre de decir cualquier chorrada, salvaje, un guerrero del ciberespacio, capaz de conquistar el mundo, omnipotente, etcétera. Con esto no quiero decir nada, seguramente.

El Señor S., por otra parte (ídem) lamenta no poder escribir como sus escritores favoritos, desafiándolo todo y llegando al extremo de su potencia. Cree que sus textos son demasiado convencionales y poco arriesgados (espiritualmente compuestos de blandiblú, que diría el narrador de Fresy Cool, autoacusación con la que no estoy plenamente de acuerdo, dicho sea de paso). Se lamenta, pero tampoco demasiado. Ahí están Beckett, Gaddis, Bernhard, DFW, por ejemplo. Léase a estos autores. El Señor S. cree que el mundo es un lugar mejor gracias a estos escritores, entre otros.

PD: Solo he leído unas cuatro paginas de Fresy Cool, así que esto no es, ni remotamente, una reseña. Como mucho, es un manifiesto en favor de que la literatura no me mate de aburrimiento.

PD2: Pensamientos Despeinados ya va por el post 988. Yeah.

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