viernes, 11 de marzo de 2011

Entrevistas breves con tipos que formaron la escuela filosófica de León

P.
-Nosotros sí que éramos elitistas. Éramos dos. Solo dos. La Escuela Filosófica de León. Que ni era una escuela ni estaba en León. Nosotros éramos de León. Aún lo somos, claro. Estudiábamos en Salamanca. Pero ya no hay escuela. O lo que fuera. Se acabó. Terminamos la carrera. Fin. Game Over. Ahora respondo con esta sintaxis tan molona. Tan cortante. Tan ¡oh Beckett, cómo molabas! ¿Nuestras ideas? En realidad, para ser sinceros, para no faltar a la verdad, tengo que admitirlo: nos pasábamos el tiempo riéndonos de/con Heidegger y tomando cerveza y fumando. A Heidegger no le entiende ni su puta madre. Eso dijimos. El primer año de universidad. Ni su puta madre, oiga. Luego dijimos: mola la hostia. Luego: no mola tanto, es un poco pesado. Lo que ante todo "es" es el ser. El ser "es" en el modo de "siendo" comprender lo que se dice "ser". El "pre-ser-se" del "ser-ya-cabe-sí" y demás construcciones delirantes llenas de comillas y guiones (thank you, Gaos) que casi ni estoy parodiando. No, no se confunda, Ser y Tiempo es el libro de filosofía más importante del siglo. No me jodas, cómo va a ser el Tractatus. Haz otras preguntas, estamos aburriendo a todo el mundo.

P.
-Si fumas mucho puedes verte atrapado en bucles interminables de pensamientos que están siempre como al borde de un precipicio, a punto de deshacerse en el aire, pero no llegan a deshacerse del todo, y vuelven al punto de inicio, sin haber progresado lo más mínimo, y se enredan de formas barrocas monstruosamente complejas e incluso, a veces, aterradoras. Eso el día antes de un examen de Filosofía de la Ciencia. Lo mejor es salir, dar un paseo, despejarse, coger aire. Feyerabend es mucho más cool que Popper, eso lo sabe todo el mundo. Además tenía razón, joder, pruebe usted a falsarlo todo, así no hay manera, así la ciencia de las narices no avanza. Pero bueno. Da igual. Pruebe usted a falsar la teoría de las supercuerdas. Ni siquiera sé qué es eso. La teoría de las supercuerdas, ¿ciencia o fantasía? En fin. Te despejas, miras el cielo, los árboles, la gente que pasa por la calle. Sí, Heidegger dijo que la ciencia no piensa. Se le malinterpreta, claro. No pienso deshacer el entuerto. Que lo critiquen a gusto. Así se sentirán intelectualmente superiores. Pensarán: soy mucho más listo que Heidegger. Bueno, a mí eso me es indiferente. Ya te digo que nos reíamos de los embrollos heideggerianos, pero, al mismo tiempo, era nuestro filósofo, y dejemos ya este tema. Bebes un poco de coca-cola, comes pipas. Y entonces vuelves al estudio. Y entonces acometes la proeza de intentar comprender que si, estando ahí, sentados en el sofá, uno de vosotros se levantase, fuese a la cocina a por algo de comer, o de beber, o a por cualquier cosa, pero lo hiciese a la velocidad de la luz, tal vez pudiera volver antes de haberse levantado del sillón para ir. Después os reís, os dais cuenta de que os habésis despejado, sí, pero muy poco, y que no habéis entendido nada. Volver antes de ir no tiene sentido. La prueba quizá sería, conjeturábamos, la aparición de aquello que has ido a buscar a la cocina en el salón. No, perdón, que todavía no has ido a buscar pero que ya está ahí. Que, en realidad, no puedes ir a buscar, porque ya lo hiciste. Pero no lo hiciste. El tiempo es relativo. No sé, un jaleo de la hostia. Sacamos un notable en ese examen, por cierto.

P.
-La trascendencia de la escuela y su importancia fue total y absolutamente nula. No escribimos nada. Como Sócrates. En lo de no escribir. No nos parecíamos en nada más. No íbamos descalzos. No aguantábamos tanto la bebida como Sócrates. La resistencia de Sócrates al alcohol es legendaria. Lea El banquete. Ahí se cuenta. Es raro que Sócrates sí bebiera y Nietzsche no. El apolíneo ebrio y el dionisíaco sobrio. Nuestro sistema se cimentaba sobre las muy poco sólidas bases de conversaciones a altas horas de la noche en estados de conciencia digamos que no muy cercanos ni al equilibrio ni a la lucidez, y así, claro, no hay manera, te pueden salir versos delirantes e inestables, pero no te sale la Fenomenología del espíritu. Además que al día siguiente ni anámnesis ni hostias, no nos acordábamos de nada. Llámalo performances filosóficas efímeras en bancos de la plaza San Justo con litronas de por medio. Queda bien.

P.
-No, nunca.

3 comentarios:

  1. Anónimo10:46 p. m.

    ¿Has leído algo de Félix Francisco Casanova?

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  2. Yo recuerdo el Ser y el Tiempo. O, bueno, un tiempo en que el ser era yo quien quiso leerlo.

    Pero prefería el licor.

    Saludos.

    Felipe.

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  3. que va, no lo he leído... ni me suena, voy a ponerlo en google a ver XD

    El Ser y el Tiempo puede ser muy desesperante, quizá convenga leerlo mientras vas tomando vasitos de licor :)

    saludos

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