martes, 15 de marzo de 2011

Conjuntos borrosos de cosas complejas


Te quedas viendo The Wire hasta las cuatro de la mañana. Has visto la primera temporada en dos días. Unas trece horas. En dos días. Omar es el puto amo. Eso te queda claro. A las cinco te despiertas porque un dolor de muelas te está taladrando el cerebro con una serie de punzadas desquiciantes. Bajas a la cocina y buscas algo para calmar el dolor. Eferalgan, seguro que sirve. No lo sabes, quizá no sirva. Piensas que bueno, siempre quedará el efecto placebo. Y después piensas que la condición necesaria para que el efecto placebo se produzca es ignorar que es un placebo. Acabas de desactivar el posible efecto. Piensas esto mientras das vueltas en la cama. Piensas que te tienes que levantar a las nueve, porque vienen a traerte unos libros que has comprado por Internet. Piensas que quedan cuatro horas. Piensas que da igual. Total, ya te has pasado muchas noches sin dormir, y has sido capaz de mantenerte despierto durante todo el día siguiente. La noche en que redactaste un trabajo sobre Marx que tenías que entregar para poder hacer un examen, por ejemplo. La noche en que te quedaste viendo Lost, por ejemplo. The Wire está en las antípodas estéticas de Lost. Parece que, poco a poco, el eferalgan va haciendo efecto. Tu cuerpo se destensa. Ya no das tantas vueltas. Piensas que nunca se sabe el momento exacto en el que te duermes. Piensas que esto puede generalizarse: nunca se sabe el momento exacto de la ontogénesis en que ya eres un humano; nunca se sabe el momento exacto de la filogénesis en que nuestra especie se convirtió en nuestra especie; nunca se sabe el punto exacto en que acaba el mar; nunca se sabe el momento exacto en que un niño deja de ser un niño, un joven de ser un joven; nunca se sabe a la vez la posición y la cantidad de movimiento de un objeto dado (no sé muy bien qué significa esto); nunca se sabe el momento exacto en el que aprendes a hablar.

Todo esto tiene que ver con la lógica difusa y con ver el mundo como un conjunto de espectros indeterminados que se acercan y se alejan según leyes delirantes, formando unas cosas y deshaciendo otras; tiene que ver con contornos poco definidos, con el tiempo, con la neblina que lo empapa todo. El caso es que en la mayoría de los procesos no se puede determinar el momento exacto en que algo llega a ser algo. Porque ese llegar a ser es, precisamente, un proceso, no un momento. Piensas en que tienes que dejar de pensar en esto y dormirte de una vez. Piensas que piensas demasiado. Piensas que te gustaría saber más sobre lógica difusa. Piensas que quizá la lógica difusa sea respecto a la lógica clásica como la danza de Pina Bausch respecto al ballet clásico, que imaginas que es algo así como una ruptura de sus fronteras, una expansión, pero no lo sabes porque no tienes ni idea de lógica. Aprobaste lógica con un cinco y te olvidaste de todo. En algún momento (imposible de saber con exactitud) te duermes.

Te despiertas a las nueve. Vas al baño. Te preparas una café. Te tomas el café. Pones la tele. En la tele están entrevistando al presidente de Irán, Ahmadineyad. Crees que así está bien escrito. Te parece raro que en la tele estén entrevistando a Ahmadineyad, si es que se escribe así. No te enteras de nada. Ahmadineyad sonríe. Esquiva las preguntas. La periodista no parece muy cómoda. Repite las preguntas. Insiste mucho. Ahmadineyad sonríe y sigue esquivando preguntas. Piensas que, en efecto, no tienes ni idea sobre lógica, pero que eso no es nada comparado con tu desconocimiento sobre política internacional. Piensas que democracia es un bonito nombre. Nada más que un bonito nombre. Piensas que el mercado manda, que cuántos países permiten la venta de armas. No lo sabes exactamente, pero estás seguro de que los yanquis venden armas y de que los españolitos también venden armas y de que la industria armamentística es más poderosa que los sueños de la razón práctica sobre la paz perpetua y de que la pátina de superioridad moral que recubre al bonito nombre democracia es una chorrada, que todas las cosas de este mundo son conjuntos borrosos de cosas complejas que se relacionan entre sí según leyes delirantes, pero has dormido muy poco y nada de esto se articula en tu cerebro con demasiada claridad.

Enciendes un cigarro. Te fumas un cigarro. Se acaba la entrevista. Se analiza la entrevista. En el mundo hay peligros nucleares y todo tipo de peligros. Ahmadineyad es malo. Eso ya lo sabíamos. Suena el timbre. Te traen los libros. Te alegras de que te traigan los libros. El mundo está al borde del apocalipsis y a ti te alegra que te traigan unos libros. Escribes ahora (en este momento) con esta sintaxis. Que imaginas parecida a la de Tao Lin, a quien no has leído. Ningún libro de los que pediste es de Tao Lin, si es que se escribe así. No paras de referirte a tu sintaxis. Y ahora te refieres a que te refieres a tu sintaxis. Etcétera. Uno de los libros tiene esta portada.

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