viernes, 12 de noviembre de 2010

El mar sigue lejos

Cuento los cigarros que quedan: uno, dos, tres, cuatro y cinco. Escucho Static, de Godspeed You! Black Emperor. Hacia el minuto dieciséis alcanza una intensidad descomunal. Miro las nubes. Miro el número de post que he escrito este mes: me estoy volviendo grafómano. La batería se acelera, como un corazón desbocado. Quizá no sea un buen símil, pero es verdad. Las guitarras gritan, más allá de las palabras. Cuando las palabras no guarecen, etecétera. El mar sigue lejos, todo sigue lejos. Escribir sin motivo, como un ritual compulsivo. Para conjurar qué. Para conquistar qué. Para abrirse en canal. Para ocultarse. Para esperar. Que algo acontezca. Pero sucede que a veces acontece algo y ese algo está sitiado por un vacío incolmable y entonces uno se pasa semanas rumiándolo de vuelta a la vieja soledad y la brecha de lo real sigue escociendo sin más. Pero todo es espectáculo. ¿O acaso creiáis que las viejas, polvorientas y venerables palabras no espectacularizaban? Máquinas diminutas de subjetivación, hormigas obreras construyendo la metáfora del yo. No existe acceso inmediato a uno mismo. Existe este río sin rumbo: el mar sigue lejos, etcétera.

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