martes, 9 de noviembre de 2010

Da igual

La clase es aburrida, S. mira las gotas de lluvia que se acumulan lentamente sobre el cristal de la ventana, las escucha, tocarlas no, no se puede, desde este lado del cristal no, límite transparente que divide el mundo, afuera el frío, adentro el calor de calefacción, los bostezos, la galvana, el runrún de la profesora, lejano, ininteligible. Dice algo sobre el mundo. Pero cuál, éste de aquí, o aquél, quién sabe, no sabemos nada, los puntitos transparentes descienden ahora, de vez en cuando, dejando estelas, huellas, rastros que se pierden, organizan carreras, nadie gana, ni pierde.
S., un poco de atención, hijo.
S. no puede prestar atención, S. necesita emplear todos sus recursos psíquicos en la contemplación de las gotas de lluvia para espantar las ideas lúgubres y densas que se le acumulan en la cabeza esta mañana.
S., hijo, ¿qué es lo que acabo de decir?
¿Qué acaba de decir? Ni idea. La profesora suspira, mueve la cabeza en signo de desaprobación.
Como sigas así, vas a repetir curso.
S. piensa: que te jodan. S. piensa: me da igual.
S. está en plan nihilista punki desolado y no quiere saber nada de nada, ni de nadie, y tiene miedo y la siguiente clase se la pira fijo, se va a la biblioteca y listo.
A tomar por culo.
Ponte aquí delante, a ver si así conseguimos que dejes de estar pensando en las musarañas.
Pensando en las musarañas, en Babia, en las nubes o en la luna, en cualquier sitio mejor que en éste, no te.
Venga, un poco de garbo.
Un poco de hostias en vinagre.
S. piensa: cuando se acabe la clase, me fumo un cigarro en el patio, me voy hasta la biblioteca, estoy allí dos horas y luego vuelvo para coger el bus a casa, como, duermo la siesta, escucho música y me olvido del Instituto.
Desvalido, raquítico y con la mirada gacha camina bajo la lluvia. La soledad, los libros, el silencio, un refugio.
Voy a suspender todas. Bueno, da igual.

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