Morir a los veinticuatro años en una habitación del alquiler de la rue du Faubourg Montmartre, «sans autres renseignements», como se lee en el «acte de décès» de Lautrémont, es un destino mucho más temerario y eficaz que dejar de escribir para vender armas en África.Para mí, la potencia poética de Rimbaud, independientemente de su destino, supera con mucho la de Lautrémont. Los cantos de Maldoror, eso sí, es uno de los libros más raros y perturbadores que se han escrito.
viernes, 29 de abril de 2016
Morir a los veinticuatro años en una habitación de alquiler versus dejar de escribir y vender armas en África
Tal vez las vidas —o los nombres— de Rimbaud y Lautréamont destacan entre esas vidas desmesuradas de los poetas que a Roberto Bolaño tanto le atraían. Destinos absurdos, amargos, rotos. La última etapa de la vida de Rimbaud es deprimente: el alquimista del verbo, el talento más salvaje, precoz y feroz que se haya visto, el príncipe de los poetas, no hizo otra cosa que sufrir. De Lautrémont apenas sabemos nada. Roberto Calasso compara sus destinos con esta rotundidad en La literatura y los dioses:
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