viernes, 21 de febrero de 2014

En la Llanura desolada

Siempre existió el sentimiento de que la muerte habitaba el subsuelo, y no en vano los muertos bajaban a ella, a recogerse en sus brazos una vez que los hacía suyos. Esa idea del espíritu fantasmal alimentaba el miedo de las noches de Celama, de aquellas en que la Llanura alcanzaba la vibración extrema del vacío, porque todos los años había media docena de noches en que la quietud hacía temblar la atmósfera como tiembla la nada cuando se congela. El miedo era una espina mortal que los más viejos sentían en su desamparo, y esa espina les cortaba la respiración generalmente en el límite del sueño y el sobresalto, alguna de esas noches.
Luis Mateo Díez, El espíritu del Páramo 

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