La retórica de cumplir nuestros sueños y de el esfuerzo siempre se ve recompensado me repatea. En un grupo de Facebook de Oposiciones a Bibliotecas, varias personas a las que han llamado para trabajar en verano dicen que han cumplido un sueño y que el esfuerzo, finalmente, siempre se ve recompensado. Me alegro por ellos, pero no deja de ser mentira que el esfuerzo siempre se ve recompensado. A veces sí, a veces no. Lo ideal sería esforzarse no en función de un fin, sino porque no queda más remedio. Si nos ponemos en plan spinozista, diríamos que no es propio de hombres libres esperar ser recompensados por sus actos. Esta idea de no actuar en función de un fin, sino de una necesidad, también la sotienen Simone Weil y Gilles Deleuze. Es un idea hermosa y liberadora, mucho más que la idea de que debemos cumplir nuestros sueños o ser recompensados, en el futuro, por nuestros esfuerzos.
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¡Esto sí que es empoderamiento! Degustemos las palabras de la gran Danerys en Valyrio, su lengua materna: Dovaogēdys! Naejot memēbāt...
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Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas.
Totalmente de acuerdo. El esfuerzo es una necesidad vital, que nos lleva a la dignidad y la libertad.
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