lunes, 29 de diciembre de 2014

La escoba del sistema, el lenguaje visto como una vieja ciudad y, por supuesto, Jayne Mansfield


Aunque de momento no lo parezca, este post trata sobre la filosofía del lenguaje de Wittgenstein. La imagen de Jayne Mansfield, lejos de ser irrelevante y/o gratuita, es absolutamente necesaria para una adecuada exposición de la misma, tal como espero demostrar a continuación.

En La escoba del sistema, la ciudad de East Corinth, Ohio, donde vive Leonore Beadsman, descansa sobre el perfil de un retrato de Jayne Manfield, debido a que su fundador, Stonecipher Beadsman II, había sido un cinéfilo bastante fanático y un urbanista amateur. Esto hace que la ciudad sea inmensamente popular entre los pilotos, que sobrevuelan la ciudad volando bajo, haciendo parpadear las luces, etc.

Sin embargo, los habitantes de la ciudad desconocen la forma que tiene. No es un dato exactamente público. La situación de los habitantes de la ciudad es análoga a la de los hablantes de una lengua. En el siguiente párrafo veremos por qué.

Wittgenstein usó varias metáforas para referise al lenguaje: una caja de herramientas, un bosque, y también «una vieja ciudad, un laberinto de pequeñas calles y plazas, de casas nuevas y viejas, y de mansiones reconstruidas en diferentes épocas; y todo esto bordeado por una multitud de nuevos barrios de calles rectas y casas uniformes».

Por tanto, lo que nos está diciendo David Foster Wallace es que el lenguaje es un laberinto que muy probablemente tiene forma de Jayne Mansfield, pero que nosotros, usuarios del lenguaje, estamos dentro del laberinto y no tenemos la suerte de poder verlo desde arriba: no somos pilotos.

Aunque East Corinth se fundó en los años sesenta. No es un ciudad tan vieja. Tal vez, y lo digo más como hipótesis extravagante y muy posiblemente absurda que como otra cosa, si tenemos en cuenta que los barrios nuevos de calles rectas y uniformes de los que habla Wittgenstein bien podrían ser los lenguajes lógicos formales, que en las Investigaciones no tiene un estatus privilegiado, sino que son uno más de los múltiples «juegos de lenguaje», y que David Foster Wallace estaba un pelín obsesionado con cómo escribir narrativa en un entorno mediático saturado de imágenes que según él constituía su medio ambiente natural, al hablar de una ciudad con forma de una estrella de cine podría estar referiéndose a la narrativa de la imagen misma, en cuanto nuevo juego de lenguaje, del que hablará posteriormente, desde un punto de vista ensayístico, en E unibus pluram: televisión y narrativa americana. O tal vez no. Quién sabe.

PD: Otra hipótesis, cuya posibilidad expuso María Serrano, la traductora de la biografía de David Foster Wallace, Todas las historias de amor son historias de fantasmas, en la presentación de La escoba del sistema en Barcelona, es que Leonore Beadsman sea ella misma una metáfora del lenguaje. Lo recuerdo porque asentí con entusiasmo desde un rincón de la sala y le hice a mi hermano, que estaba sentado a mi lado, el gesto del pulgar hacia arriba.
En la novela, Leonore Beadsman se siente «usada», y como si tuvieran «alguna especie de... función más allá sí misma». Para el Wittgenstein de las Investigaciones, el significado es el uso. Y la función más allá de sí misma lógicamente sería la función referencial. Y más aún: Rick Vigorous dice que «Leonore tiene la cualidad de una especie de juego. En su interior(...) Invita silenciosamente a jugar un juego que consiste en intentos complicados de descubrir las propias reglas del juego. Algo así. Las reglas del juego son Leonore, y jugarlo es ser jugado».

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