miércoles, 22 de mayo de 2013

Write drunk, edit sober

La cita del título es de Hemingway. Traducido a jerga epistemológica, podríamos decir que escribir borracho es el equivalente del contexto de descubrimiento y la sobria edición el equivalente del contexto de justificación. Otra traducción más: la creación, no solo la creación artística, recurre a medios escasamente confesables, poco o nada racionales, del orden del sueño y así, en su génesis. Esta idea es de, adivinen, Deleuze. Pongamos un ejemplo: Cantor, el creador de las matemáticas transfinitas, pensaba que Dios, ni más ni menos, le había ayudado a realizar sus descubrimientos. Es decir, estaba creando en un estado de embriaguez o alucinación considerables, pero aun así resulta que su trabajo está matemáticamente justificado. Escribía borracho, editaba sobrio. Borracho no debe ser entendido en este contexto literalmente, aun cuando numerosos escritores estuvieran literalmente borrachos al escribir. Feyerabend* tal vez diría que hay que escribir estando borracho y editar estando igualmente borracho. Sea como fuere -no entramos en el debate sobre si, y cómo, podría deshacerse la diferenciación entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación, que a priori parece bastante razonable- lo que está claro es que una razón cerrada sobre sí que no se asomara a sus sombras difícilmente crearía algo. (Confesamos, entre paréntesis, nuestra tentación de llamar a esto de asomarse a las sombras de la razón de forma pomposa líneas de fuga capaces de desestabilizar los elementos de un sistema dado y crear relaciones inéditas entre ellos**). Clasificar, sistematizar, categorizar, aplicar teorías ajenas, eso sí lo hacen bien quienes consideran que la razón agota todo el campo del pensamiento o que la razón ni siquiera tiene sombras***. Son los editores sobrios y también son necesarios, no decimos que no. De la revolución científica queda lo sobriamente editado, pero en su génesis influyeron una multitud de delirios y teorías metafísicas sin las que a lo mejor no se hubiera producido. El neoplatonismo, tradiciones mágicas, herméticas, la cábala, etc****.

*La oveja negra de la filosofía de la ciencia, un tipo muy simpático. Curiosamente, muchos de los que le critican -por otra parte, hay cosas de Feyerabend que nadie con un mínimo de cordura aceptaría- tienen un conocimiento científico muy inferior al suyo. Al fin y al cabo, Feyerabend era físico, no un mero lector envalentonado de libros de divulgación.

**O también: atisbar intuitivamente el campo prefilosófico e informe del que surgen los conceptos y las ideas.

***En infame jerga hegeliana: las sombras consideradas como lo otro de sí de la razón.

****Veáse, por ejemplo, Historia del pensamiento filosófico y científico, de Reale y Antiseri, volumen II. O veáse también La revolución científica: una historia alternativa, de Steven Shapin, donde se expone por qué ideas tan limpias como la de la existencia de un método científico deberían suscitarnos muchas dudas, lo mismo que el relato de la revolución científica. Incluso nociones aristotélicas seguían actuando en las mentes de los revolucionarios, la tradición aristotélicas seguía vigorosa en el siglo XVII. A este respecto, nuestro idolatrado DFW, en Todo y más: breve historia del infinito, también convierte a Aristóteles en el malo de la película, cosa que nosotros mismos hicimos en cierta ocasión -pero ni de lejos osamos compararnos con DFW, obviamente, ya que estamos hablando de un mero trabajo estudiantil- al comentar El mensaje y el mensajero sideral, Galileo-Kepler, como el triunfal y glorioso derrocamiento de la influencia de Aristóteles, cuya alargada sombra atravesó milenios, pero pensamos ahora que la villanía metafísica aristotélica es un relato simplificado de lo que en realidad ocurrió, aunque lo que en realidad ocurrió es una madeja demasiado confusa para nuestras limitadas fuerzas. Baste con señalar que nuestro relato de la irrupción del pensamiento moderno necesariamente está condicionada por nuestra situación histórica y que por tanto casi inevitablemente vamos a ser de algún modo injustos con modos de pensar que nos resultan muy raros, de ahí el tratamiento generalmente injusto que se le prodiga a la escolástica al considerar que en ese período no ocurrió nada digno de mención. Respecto a esto, para paliar un poco esta injusticia, puede consultarse con provecho, siempre y cuando a uno le interese la época medieval, El pensamiento en la edad media, de Paul Vignaux.

PD: Después de haber remitido al lector a cinco libros, seguramente volverán los post chorra con vídeos de Glee para mantener una sana superficialidad y no convertirnos en horribles homos academicus

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