Qué lejos ahora, cuerpo,
del fulgor en la boca incendiada de la noche,
que nadie vio, salvo yo,
qué lejos del pájaro azul que partió
sin llevarse nuestro indigente ser,
dejándonos aquí,
bajo un cielo de metal,
cazando sombras fugitivas
que se precipitan en la nada,
ebrios de muerte y viento
y sueños feroces, con los párpados
temblando sobre la arena.
PD: Tal como yo lo veo, este poema es un engendro, monstruo frankensteiniano o remix arbitrario de los ya citados poetas preferidos.
sábado, 19 de mayo de 2012
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