sábado, 17 de marzo de 2012

Sobre rostros y fantasmas

Miro un rostro pálido y casi cadavérico que me mira, reflejado en el espejo, pero no fantasmal, porque es, sin duda, palpable. Pómulos demasiado pronunciados, por un exceso crónico de delgadez. Un rasguño que parece el rastro oblicuo de una lágrima roja y afilada atraviesa el rostro. Una purpúrea cicatriz, ojeras también purpúreas, labios agrietados. Ese podría ser yo, pienso. También: a ese rostro debería darle un poco más el sol, ese tipo debería engordar, dormir más y dejar de golpearse contra las ramas de los árboles nocturnos. No hay mejor forma de darse cuenta de que las cosas están ahí que golpearse contra ellas, eso es cierto. Se trata de una prueba irrefutable de que no eres un fantasma. El rostro de las fotografías viejas sí que es un fantasma, pienso, porque no le afecta el tiempo. Fantasma por ausencia, pues. El espectro de ti mismo.

1 comentario:

  1. Pues sí, no hay realidad más cruda y cierta y palpable que cuando se tropieza con ella en un rotundo totazo. Caramba, qué buena imagen esa. Me ha encantado. Felicitaciones pues. ¡Saludos! F.

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