jueves, 22 de marzo de 2012

Tim Burton Returns

En 1995 vi Pesadilla antes de navidad, lo cual, lógicamente, me convirtió en un fan de Tim Burton total y absoluto. Hace mucho tiempo, escribí un texto sobre Tim Burton, para la revista del Instituto, porque alguien me lo pidió, creo. Como todo fan es, en el fondo, un poco idiota, y se siente traucionado a la mínima, después de ver su versión de Alicia casi salgo de casa con un rifle a buscarle para decirle qué engendro apestoso había perpetrado y qué blasfemia imperdonable había cometido contra el buen nombre de Lewis Carroll. Pero ahora parece que Tim, el verdadero Tim, vuelve, con Frankenweenie y Dark Shadows.

Mi texto:

Todo comenzó en Burbank, lugar que sus padres consideraban el paraíso y que para Tim Burton era un lugar maravilloso desde un punto de vista infernal... Cuando uno es chico, piensa que todo es extraño. Y, a su vez, piensa que todo es extraño porque es chico. Pero un día uno descubre que ya es un hombre y que todo es extraño. Fue un pésimo estudiante, igual que muchos otros genios, como Kubrick o Tarantino. En esa época fundó el club del cementerio, solía ir solo al cine, nadie le comprendía, filmó una película con muñecos a la que llamó La isla del doctor Agor, con claras influencias de El gabinete del doctor Caligari, película fundamental para el universo Burton. Otras influencias de Burton son todas aquellas películas de terror que producía la Hammer, en las que la sangre era de un rojo brillante, muy intenso, irreal. 
La estética expresionista, la obsesión por los acabados perfectos, las perspectivas y espacios geometrizados diagonal y contradiagonalmente, el manejo perfecto de las luces y las sombras, del claroscuro, de la combinación entre lo poético y lo sombrío, entre el lirismo y el gusto por lo raro (Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad) y la imaginación, la inmensa imaginación, hacen de Tim Burton el niño, ya no tan niño, prodigio de la dirección en Hollywood, aunque éste muerda ferozmente la mano que le da de comer y se burle sin concesiones de su maquinaria y de todo, en realidad (Mars Attack, crítica brutal a todo el sistema americano y a la película Independence Day, éxito hollywoodiense donde los haya). Tim es, sin duda, el gran genio del cine fantástico, el único capaz de crear esa atmósfera de irrealidad que envuelve todas sus películas (sobre todo a Sleepy Hollow), creando una sensación extraña, confusa, rara y bella, de pura ficción: un disparate barroco de fantasía e imaginación, un mundo paralelo e intangible, construido sobre los cimientos d la imaginería burtoniana. Porque Tim Burton es un artista loco que hace cine, para beneficio de los espectadores. 
Autor independiente, personalísimo, su cine está filmado en descarada primera persona del singular, ajeno a las leyes del espacio y el tiempo, ajeno a las modas, hoy luce casi como uno de sus monstruos, con su caótica melena, con su cara de enfermo mental y su vestimenta negra. Tim Burton llegó de alguna galaxia remota, por la noche, y aún regresa de vez en cuando, junto a su genial músico, Danny Elfman, y nos traen sus visiones fantasmagóricas y su alucinante música gótica. Creador absoluto, oscuro e inquietante, nocturno y sombrío, freaky, artista maldito, incomprendido, inteligente e irónico, con un humor negrísimo, cuando menos singular (Bitelchús). Gran narrador de cuentos de hadas macabros, con cierto encanto amargo y poético. Y es que nadie ha sabido captar como él la rara belleza de los monstruos, en sus escenarios barrocos e irreales, envueltos en una niebla espesa, enfocados diagonalmente, tristes por su destino de monstruos, tristes porque no pueden alegrar a los niños en Navidad, aunque hayan secuestrado a Santa Claus, ya que su corte de seres de la noche asusta a los niños. Jack Skellington debe resignarse a su destino de monstruo. Este personaje surgió de la febril imaginación de Tim ya en su adolescencia. 
Artistas incomprendidos, su ídolo Vincent Price, el peinado, Winona Ryder, la música de Elfman, los seres que habitan la noche, el mito de Frankestein, Edgar Allan Poe, la inclinación a los temas macabros por el puro deleite de lo macabro, la Navidad, calabazas y espantapájaros terroríficos, Johnny Deep, su actor fetiche y álter ego en la pantalla, cementerios, oscuridad, leyendas, Ed Wood, películas de serie B, la constante revisitación del monstruo, el cuento de hadas en su forma favorita: la bella y la bestia, la amargura y la sensibilidad con las que castiga gozosamente al espectador son las claves del director más diferente y atrevido y genial de, cuanto menos, la última década. 
Hay una teoría que sugiere que Tim Burton es, sencillamente, Dios. Me explico: en Tim Burton habitan tres personas; esto es: por un lado tendríamos las superproducciones de encargo (Batman, Batman vuelve y El planeta de los simios). Por otro, sus obras maestras, sus proyectos personales (Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad, Ed Wood, Sleepy Holow y sus cortos Vincent y Frankeweenie). Y por último, sus alocadas y extrañas comedias (La gran aventura de Pee-Wees, Bitelchús y Mars Attack). En fin, el extraño mundo de Tim Burton, sus febriles cuentos de hadas y de pesadillas, de bellas y monstruos, de Navidades y marcianos, de chicos que quieren ser Vicent Price o que resucitan a su perro, de fantasmas incapaces de echar de casa a sus nuevos inquilinos, de un Batman siniestro y psicópata, enamorado de la perversa Catwoman.
Sergio García, 2001 
Bueno, un poco repetitivo y exagerado.

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