Era una biblioteca acogedora en invierno, fresca en verano, forrada de silencio siempre, punteada de toses y susurrada de páginas que hacían un corto vuelo, y en la que yo, quizá sin saberlo, desordenadamente, (...) había puesto los cimientos de mi desvencijada cultura, o de mi vocación literaria, o de mi resignación en los libros, que nunca se sabe cómo llamarlo.
Francisco Umbral, Las ninfas
Francisco Umbral, Las ninfas
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