martes, 24 de febrero de 2009

Su voz, una vez más

Su voz, una vez más, quedó temblando en el aire como un rastro de hilos muy finos o cuerdas que vibraban en una versión renovada de la música de las esferas celestes, envueltos en una niebla densa y amorfa que caía sobre todas las cosas, moviéndose con la lentitud de una tortuga gigantesca y fantástica y creando la expectativa en el espectador de un encuentro que se postergaba indefinidamente en el tiempo, al modo de una película de suspense que en realidad no tuviera programado ningún desenlace capaz de resolver todos los misterios que se han ido acumulando durante el transcurso de tramas que se multiplican sin cesar. Colgó el teléfono con la mirada ausente. Prendió un cigarrillo. Imaginó que empezaba a escribir un cuento situándose a sí mismo en este preciso momento: acaba de colgar el teléfono y su voz, una vez más, quedó temblando en el aire. Abrió la ventana que daba al patio y desde la cual podían observarse varios tejados y gigantescas grúas que se perfilaban nítidamente contra la luz crespuscular que con sus ondas o partículas bañaban ya esta parte del globo terráqueo invitando silenciosamente a habitar poéticamente la tierra, con una especie de rabia y serenidad (principio de complementariedad de una cierta actitud o modo de ser que consideraba inherente a ese modo misterioso de habitar) no exenta de alegría, de una alegre forma de afrontar peligros y tempestades, y se dio cuenta, con claridad meridiana, de lo que ya sabía: que ella estaba muy lejos, definitivamente muy lejos, aunque su imaginación se figurara que su ausencia era una niebla muy densa susceptible de ser atravesada y conjurada por unos hilos muy finos o cuerdas vibratorias a través de las cuales podían comunicarse de algún modo, sin necesidad ya de palabras ni de una estricta coincidencia espaciotemporal. Por supuesto, comprendía que sus fantasías se debían a una simple y anodina soledad proyectada con vagas pretensiones artísticas en el espacio incipientemente nocturno que veía desde la ventana. Incluso existía la posibilidad de que ella no existiera y unos minutos antes no hubiera estado realmente hablando con nadie sino que hubiera estado sumido hipnóticamente en un soliloquio introspectivo escenificado con un inútil teléfono en la mano destinado a provocarse a sí mismo la ilusión de que tenía alguien con quien hablar y alguien a quien añorar en las largas noches de insomonio, nicotina y zapping televisivo.

3 comentarios:

  1. Salud

    Por cierto, ¿de quién es la imagen que encabeza las memorias del subsuelo? me suena haberla visto antes... (sonar y ver, esto es un poco sinestésico, no?)

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  2. Cabeza y subsuelo es un poco geométricamente inverso...

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