viernes, 27 de febrero de 2009

Moverse o no moverse

Antes de levantarse de la cama ya notó cierta inusual rigidez en sus movimientos. Me estoy convirtiendo en un autómata mecánico, en un servomecanismo entrópico acelerándose inevitablemente hacia un mal funcionamiento degenerativo y crónico, se dijo a sí mismo todavía enredado en sueños, sin comprender muy bien las palabras que se decía, palabras torrenciales que formaban bucles, servomecanismo averiado, autómata, ánima vagando por el bosque, marioneta que perdió la gracia de sus movimientos, sólo las marionetas o los dioses poseen gracia en sus movimientos, los hombres no, hay que estar por debajo o por encima de los hombres para saber moverse, la autoconciencia fragmenta el suave fluir de las cosas y las recarga de angustias, Kleist lo sabía, un servomecanismo autómata, un entrópico acelerado precipitándose al vacío, una rigidez mecánica, un salto al vacío, una estatua hermosa atrapada en la piedra que intenta huir, la libertad es un valor superior a la vida... las palabras venían de algún sitio porque él no las decía voluntariamente... el lenguaje es quien habla, me gustan las cosas que se repiten, me transmiten seguridad, por eso no escucho música atonal, amo las estructura que avanzan sin avanzar, cílicamente, sin sobresaltos, los mismos gestos, horarios, costumbres, sin imprevistos, los imprevistos son la peor cosa del mundo... aun tardó varios minutos en transitar a la vigilia. Cuando se despertó del todo un miedo atroz a intentar moverse y no lograrlo le paralizó.

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