martes, 17 de febrero de 2009

Máquinas de guerra

Un ritmo endemoniado se apodera mí, las ideas se transforman en obsesiones, se expanden por el aire como hilos tendidos sobre el vacío, cuerdas vibrantes, el cerebro se electrifica, un ansia desmedida de correr o de gritar muy fuerte -que algo se rompa- tensa todo mi cuerpo. Me subo al tejado, grito que soy el rey del mundo. Fumo mucho y sigo el ritmo de la música moviendo la cabeza y los pies y las manos. No sé adónde vamos, pero vamos ya. Una tribu de punks ha asaltado la Casa del Pensamiento con ruido de cristales rotos y la entropía impide que vuelvan a juntarse del mismo modo. Es una cuestión de actitud. Los cínicos abrazaban estatuas de piedra en pleno invierno como gimnasia, para ejercitar el cuerpo y el alma. Querían volverse capaces de resistir cualquier avatar de la Fortuna. Preparados, listos, ya. Anvance a toda máquina. También hay que saber tirar del freno en el momento oportuno. Dialéctica de la ferocidad y la serenidad. Tiempos modernos y tiempos presocráticos. Se trata de establecer conexiones y transferencias, de resistir a los modos de subjetivación impuestos por las redes del poder, de devenir roca, viento, noche, tormenta de estrellas eléctricas, carro alado, ninfa del bosque, lagarto al sol, charco de lluvia.

El mundo está fuera y dentro, ficción envolvente. Y aún hay anacoretas y escaladores de montañas ensayando movimientos de fuga. Fugarse del mundo, una idea excesiva. Algunos se entregan a ella con pasión.

Ahora por fin empieza a hacer calor. He salido al patio a respirar la brisa, que traía briznas de hogueras antiguas, y unas pinzas gigantes han levantado mi triste cuerpo, sacándolo del pantano de lodo por el que se arrastraba penosamente, para que pueda juzgar que todo está bien, asentir con alegría, con ligereza, al misterio de estar aquí para nada. Sin Destino, bien. No me importa. Metafísica lúdica light para sobrevivir en tiempos de crisis. Atravesados por el espanto, la nada y la angustia, pero sólo para responder a Caperucita que tenemos Orejas Grandes para oír mejor la sinfonía alocada del mundo, sin sucumbir, disfrutando incluso.

A partir de ahora dejamos de ser sujetos para convertirnos en máquinas de guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario