lunes, 10 de diciembre de 2012

La discusión

Él dice, con un tono alegre, que seguramente este es el peor de todos los mundos posibles, pero que los demás, además de imposibles, no serían mucho mejores, y que la idea de que las cosas podrían haber sido de otro modo es errónea. Ella le pregunta que cómo puede decir cosas tan terribles con un tono tan alegre. Él responde que lo terrible es esa ilusión que no tiene en cuenta la irreversibilidad del tiempo y le cuenta por enésima vez que el azar y la necesidad son términos estrictamente correlativos, no antagónicos. Ella le dice que lo único que él hace en la vida es beber café y fumar cigarros y decir tonterías. Él está de acuerdo, no es un hombre de acción, ni siente deseo alguno de serlo. Ella dice que no le gusta hacer nada. Él dice que no hay nada que hacer. Ella le dice que no está bien de la cabeza. Él dice que es probable que lleve razón, porque últimamente todo le parece irreal, incluyéndose a sí mismo. Ella le dice que han quedado para cenar con unos amigos. Él dice que cenar con unos amigos le parece un fastidio. Ella le pregunta que qué le apetece hacer. Él dice que no mucho, dar un paseo, tal vez. Ella le pregunta que en qué piensa. Él dice que no piensa en nada, que pensar es difícil y un fastidio. Ella le dice que creía que él no hacía otra cosa. Él dice que está muy equivocada. Ella le pregunta que entonces qué le gusta. Él dice que las palabras y las tormentas. Ella le dice que no diga tonterías. Él dice que también le gustan las pipas. Ella le dice que se refiere a cosas importantes. Él dice que no tiene ni repajolera idea de a qué se refiere con eso de cosas importantes. Ella le dice que a la vida en general. Él dice que menos aún sabe qué pueda ser la vida en general. Ella le dice que no se haga el tonto. Él dice que los seres vivos son máquinas termo-hidraúlicas que oscilan entre cero y sesenta grados, en combustión lenta. Ella le dice que no se haga el listo. Él pregunta si todo esto que están haciendo ahora, usar palabras, no le parece, en el fondo, algo incomprensible. Ella le responde que si se piensa pasar todo el día divagando con su filosofía barata a cuestas que no cuente con ella. Él abre un paquete de pipas y dice que está bien, salgamos a ver ese estúpido mundo de ahí fuera. Ella le dice que así le gusta. Él dice que vayamos a cenar, mastiquemos con brío y bebamos con entusiasmo. Ella le dice que muy bien, que no es sano pasarse todo el día encerrado leyendo a alemanes muertos. Él dice que a veces también lee a griegos muertos. Ella le dice, con ironía, que es muy gracioso. Él contesta, también con ironía, que lo sabe. Ella le dice que está en el mundo porque tiene que haber de todo. Él dice que, en efecto, tiene que haber de todo, incluyendo gente que lo único que hace es beber café y fumar cigarros y decir tonterías. Ella le dice que está loco, pero que hay que quererle como es. Él dice que, en efecto, todo lo que hay que decir sobre la ética es eso, que a la gente se la quiere como es o no se la quiere y que no hay más. Ella le pregunta si no cree que la gente puede cambiar. Él responde que si alguien cambia es porque su manera de ser es de tal modo que no podría no cambiar. Ella le dice que no está de acuerdo. Él dice que da igual, no le gusta discutir. Ella le pregunta que por qué no le gusta discutir. Él dice que sencillamente es aburrido y no sirve para nada. Ella le dice que es porque no le gusta comunicarse. Él dice que si tuviera algo que comunicar, lo haría, pero que, al menos de momento, no tiene nada. Ella le dice que es porque no soporta que le lleven la contraria. Él dice que eso, probablemente, es cierto, pero que la razón última de por qué las discusiones son inútiles es tan simple como que se suele estar hablando de cosas distintas, jugando a diferentes juegos de lenguaje. Ella le dice que no cree que los juegos de lenguaje sean tan inconmensurables como le parecen a él. Él dice que probablemente están, ahora mismo, dándoles distintos significados a la expresión juegos de lenguaje. Ella le dice que no empiece con paradojas. Él dice que más que de una paradoja cree que se trata de una autorreferencia, pero no está seguro. Ella le dice otra vez que no está bien de la cabeza. Él comenta que, de todas formas, es improbable que haya algo fuera del texto. Ella le dice que es un maldito pedante. Él dice que si ahora mismo le pincharan, no sangraría. Ella le grita e intenta golpearle, pero, claro, no puede.

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