lunes, 24 de diciembre de 2012

El cuento de navidad del Señor S.

-Tengo cosas importantes que hacer esta noche -dice en voz baja-, tengo que leer a Pynchon y escuchar a Glenn Gould, así que comprenderás que no puedo cenar con veinte personas a mi alrededor -estira la espalda, su silla emite una serie de crujidos-, y has de saber que pienso que ese rollo de que uno es lo que come, o de que uno piensa en función de lo que come, me parece la idea más estúpida que existe... casi aberrante
-De todas formas tienes que ir a cenar, es nochebuena -dice de un modo tajante que no admite réplica.
-No soy ningún hedonista, en cualquier caso aspiraría a una beatitud rollo Spinoza -hace gestos con las manos como si así pudiera explicar qué está diciendo-.Vale, mira, de verdad que aprecio a Jesús, la versión no pervertida por San Pablo, me refiero al Jesús que no juzga, pero no veo en ello ningún motivo para ser arrancado de mi sitio y colocado en medio de una vorágine de voces confusas, de conversaciones cruzadas y de preguntas retóricas, todo lo cual está en las antípodas de la paz, el asombro y la serenidad de las Variaciones Goldberg... las de 1981 sobre todo.
-Puedes escuchar lo que te de la gana cualquier otra noche, no seas pesado
-Pero precisamente esta noche no siento ningún deseo de... -se encoge de hombros-, ¿a ti parece normal tener que hablar con primos a los que no ves nunca de cosas que no te importan?
-Pues claro, es lo más normal del mundo.
-De acuerdo, cierto, es lo más normal... -típico ceño fruncido de reflexión o contrariedad.
-Vamos a ver -le grita bruscamente-, en el transcurso de su vida, el ser humano contrae numerosas obligaciones que se oponen a su voluntad, el ser humano es arrancado una y otra vez de sus intereses y puesto en situaciones absurdas y tediosas, y has de aceptarlo con cierto grado de entereza estoica, no puedes limitarte a ser una quejumbrosa alma bella.
-Estás en lo cierto -dice asintiendo con resignación-, incluso podríamos hablar de las implicaciones políticas del egoísmo lírico y del encierro en la torre de marfil, no niego que esas implicaciones sean inaceptables, pero no se me ocurre nada más atroz que...
-¿Que qué? Vamos
-No sé muy bien lo que iba a decir... que todo eso de participar y... opiniones, sin duda la peor sociedad es aquella en la que todo el mundo opina de todo sin saber de nada, sencillamente me parece insoportable participar en algo así... no hay ningún lugar que quiera ocupar en una sociedad así, desquiciada por el lenguaje convertido en ruido, en entropía informacional.
-Pero se puede charlar, sin más
-Ah sí, eso está bien, no hay nada malo en eso -se levanta de su crujiente silla, coge un cigarro, lo enciende y vuelve a sentarse-. La vida de un tertuliano es lo más parecido al infierno que puedo imaginar. Si tuviera que sobrevivir trabajando como tertuliano, prefería no sobrevivir...
-Pues entonces ya está -interrumpe su discurso, siempre tendente a la exageración gratuita-, fin de la historia, vamos, cenamos, charlamos.
-Vale, pero que quede claro que me da una pereza enorme y que espero que se cene poco, mal y rápido, que no haya postres y que volvamos lo más pronto posible y, sobre todo, que no se hable de política, porque si se habla de política me levanto y me voy.
-No se hablará de política, no te preocupes
-Ya tengo ganas de que se acabe la cena, y aún no ha empezado... joder, podíamos cenar aquí unas pizzas congeladas y ver una peli, pero no señor... podíamos ver La vida de Brian, una peli muy apropiada en estas fechas, pero no señor... a comer turrón, ¿a mí qué coño me importa el turrón? Si no existiera turrón, me sería indiferente... eliminado sea el turrón, jajaja
-No tienes por qué comer turrón.
-Por supuesto que no, lo sé.
-Pero tú entiendes que la gente se reúne, ¿verdad? Quiero decir, entiendes que hay gente a la que le gusta y disfruta hablando de cosas banales y todo eso
-Claro que lo entiendo, a mí también me gusta a veces, pero no hoy, precisamente hoy, quiero escuchar música y mirar el cielo...
-No tienes cuatro años, idiota, ya no se te permite ser un enano tiránico que piensa solo en satisfacer sus deseos.
-De lo que estás hablando es de ese conflicto esencial que se da entre nuestra insignificancia objetiva y nuestra centralidad subjetiva, si no te entiendo mal
-No hablo de nada, te digo cómo son las cosas
-Nadie sabe cómo son las cosas, amigo, nadie, determinar lo que las cosas son ha sido el constante y supremo esfuerzo de la humanidad, el supremo esfuerzo del pensar que, encima, no puede llegar a una conclusión definitiva... de hecho, nada es, todo deviene, el ser en tanto no-ser
-No sé nada de eso
-Ni yo, es lo que trato de decirte, presta atención

2 comentarios:

  1. Anónimo3:25 p. m.

    ja,ja,ja, atrevimiento por mi parte:

    Sois en una palabra.


    Un abrazo.

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  2. jejeje, estoy a tope con Gould, me he descargado toda su discografía... como 80 discos XD

    Un abrazo

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