miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ego solus ipse

Esa multitud delirante, mírala ahí agazapada... grrr... no la soporto más, ahora mismo -óyeme bien, ahora mismo, digo- me voy de aquí y ahí se quedan ellos, panda de mamelucos, cuadrilla infecta de... bueno, no se me ocurre ahora nada más que decir. ¿Por dónde iba? Sí, eso es, sí, te decía que me voy a ir a la de ya de aquí por culpa de esa multitud delirante... el público, sí, claro, cierto, mierda, no están... esa multitud ya no solo delira, ahora se ausenta, esto ya sí que no, no me lo esperaba, o sí, bueno, no había pensado, yo suponía... bien, bien, hay esperanza, pero no para nosotros. Esto lo dijo Kafka, ¿sabe? Es como un chiste, como un chiste amargo quizá. Un humor extraño. Un tipo extraño. Este es un mundo extraño. Eso lo decían en Blue Velvet, creo.. sí, creo que sí, en fin, lo del mundo extraño que es este digo... sí, a ver, veamos -óyeme bien otra vez, esta vez voy a hablar seriamente, tal como debe ser- ese público barra multitud delirante ausente es una cosa curiosa, ¿no cree usted? Por cierto, podía darme un nombre, no sé, Jaime, Juan, Javier, Jairo, uno que empiece por jota, por ejemplo. Eso ayudaría, quizá. Un paisaje también, aunque fuera un páramo desolado, un terreno yerto, un desierto. Un camino estaría bien. Así haría algo, no sé: caminar. Evidentemente. Una compañera, ay, una compañera. Se comporta usted de un modo cruel. Estamos solos los dos y usted no habla. Es como si estuviera yo solo. Ego solus ipse, en latín. Evidentemente, si solo estoy yo, el mundo no existe. ¿Quién ha pensado eso? Lo único que puedo hacer yo solo aquí en este sitio que ni siquiera es un sitio, ni siquiera un desolador páramo, es aburrirme. Note el énfasis reflexivo. Yo mi me conmigo igual a nada. Pero bah, da igual. Indiferencia, eso es lo que consigue usted: nada, indiferencia. Así que ni como ni camino ni nada, solo reflexiono. Es culpa tuya, te lo digo. Para que lo sepas. Y ya. Sobre las ruinas de todo solo queda la pureza gélida de esta autodesignación desoladora. Echo de menos al la multitud delirante. Me gustaría insultarles. Pandilla de incordiosos. Echo de menos que me incordien. Si lo hicieran, yo sería menos abstracto. Así ni siquiera alcanzo el estatus de simulacro. Me faltan circunstancias ¿me oyes, capullo engreído?, ¿sabes lo que son las circunstancias? También me falta un escenario, ¿entiendes? Un escenario en que se desarrolle la acción. Si me escucharas. Si atendieras a razones. Ni siquiera tengo características físicas. ¿Soy alto o bajo, gordo o flaco? Por ejemplo. ¿Tengo alguna meta, algún objetivo, algún propósito? No parece. ¿Es de día, es de noche? Y si el público se ha ido, ¿me tendré que quedar aquí para siempre? Al principio me iba a ir por culpa del incordio que la multitud delirante suponía. Pero ellos se adelantaron y se ausentaron primero, y ahora tengo que estar presente por culpa de su ausencia. Evidentemente. Esta es la conclusión. Y me aburro. ¿Y qué sentido tiene que haga algo si no hay ya público barra multitud delirante ausente? Así que no hago nada. Necesariamente. Esa es la conclusión. Y como no hago nada me aburro. Eso cierra el círculo.

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