viernes, 31 de diciembre de 2010

Terminamos el año en plena tempestad, ajenos al imperativo filosófico de mantener a raya a las pasiones

-¡Ay de vosotros, las gentes razonables! -exclamé, sonriendo-. ¡Pasión! ¡Embriaguez! ¡Locura! Ahí estáis tan tranquilos, sin comprenderlo, los hombres morales. Censuráis al bebedor, os alejáis del insensato, y pasáis adelante, como aquel sacerdote, dando gracias a Dios, como el fariseo, de que no os haya echo iguales a uno de aquellos. Yo he estado borracho más de una vez; mis pasiones nunca han estado lejos de la locura: y no me arrepiento de ninguna de las dos cosas: pues he podido comprender, dentro de mi medida, cómo todos los hombres extraordinarios que han hecho algo grande, algo que parecía imposible, tenían siempre que ser tachados de borrachos y locos. Pero también en la vida corriente es insoportable oír a todos, en cuanto empieza a hacerse algo libre, noble, inesperado: ese hombre está borracho, es un loco. ¡Avergonzaos, los cuerdos; avergonzaos, los sabios!

Goethe, Werther

PD: Los placeres catastémicos los dejamos para febrero.

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