jueves, 19 de octubre de 2006

El lenguaje del viento y de la noche, desde un tren en marcha

O irse a vivir a la superficie de una gota de lluvia arrastrada por el viento, cerrar los ojos y dejarse llevar, como balanceado por la música nocturna de los árboles. Decir tan solo aquí estoy y este soy yo, así soy. Y luego quizás fumar un último cigarrillo antes de ir a dormir, el cigarrillo de buenas noches, leer un poco y echarse a dormir, con las imágenes del libro todavía revoloteando somnolientas en nuestras cabezas, entre las sábanas, y no pensar en el futuro, ni siquiera en el pasado, ese pasado terco, inasible, que insiste en llamarnos, en indicarnos las direcciones de los caminos perdidos, las posibilidades que no escogimos y que hoy apenas sobreviven como fantasmas en nuestra memoria... Tan sólo cerrar los ojos, imaginar que nos hemos ido a vivir a la superficie de una gota de lluvia, y que ya siempre hablaremos el lenguaje del viento y de la noche, que vagaremos sin fin, seres errantes, sin un lugar en el mundo, sin un lugar fijo en el mundo porque amamos el viaje, no la llegada: queremos mirarlo todo desde la ventana de un tren en marcha a ninguna parte. Vivimos sin metas, somos una travesía sin rumbo y amamos nuestro destino roto, nuestro paisaje lluvioso, hermoso y desgarrado, y sólo creemos en el aliento poético que inunda el mundo, si uno sabe mirar.

2 comentarios:

  1. Me has emocionado, diríase que casi me haces llorar. De corazón, gracias por escribirlo.

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  2. Gracias, es bueno saber que aún quedan lectores capaces de emocionarse... sí, es una buena noticia ;)

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