De nuevo en la infernal sala infantil. Los niños corren y gritan. No pueden correr ni gritar, se supone. Pero es inútil mandar naves a luchar contra los elementos, y todos sabemos que las leyes no escritas de los dioses son superiores a las leyes de los hombres (en este caso, las de la biblioteca).
Total, que he decidido dejar que los niños griten y corran en salvaje libertad y a su libre albedrío. He recordado que en cierto prólogo Bolaño contaba que en la cabecera de su cama había pegado un papel que decía, escrito en polaco, Anarquía Total.
Y ese principio, Anarquía Total, va a regir la sala infantil mientras yo esté en ella. Además, trataré de mantenerme sereno como un monje zen o un tarótico ermitaño iluminado, ajeno al jaleo de esta zona temporalmente autónoma.
PD: Me abstendré de pegar un papel con el nuevo y flamante lema de la sala para evitar posibles conflictos con la Dirección.
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