sábado, 18 de abril de 2020

18/04/2020

Me levanto, me hago un café. Leo comentarios a un vídeo de youtube en el que dos discípulos de Gustavo Bueno debaten sobre la idea de lisologismo y sobre si los géneros de materialidad son ideas lisológicas o morfológicas. Si uno no maneja bien la jerga, las discusiones entre buenistas suenan delirantemente abstrusas.

Luego me pongo a escuchar una entrevista que le hace Mara Torres a Javier Gomá en El Faro. Me he pasado del escolasticismo y el rigor taxonómico más salvaje que puede imaginarse a escuchar a un filósofo amable, simpático y bastante cursi. En un momento de la entrevista, Mara Torres se queda perpleja porque, según Javier Gomá, la inmortalidad del alma ha dejado de ser un tema filosófico. Pero la gente, dice Mara Torres, se sigue preguntando qué hay más allá de la muerte. Yo creo que en el fondo todos sabemos, pese a los argumentos de Sócrates en esa maravilla de diálogo que es el Fedón, que la respuesta es breve y brutal: nada, no hay nada.

Aunque esa nada nadea, dicho sea con la expresión, tan ridiculizada, de Heidegger. Básicamente, Heidegger quería decir que la posibilidad de la muerte nos angustia en el presente; que esa nada a la que estamos abocados, nadea, tiene efectos en el presente. Sein zum tode.

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