Y qué extraño es, a pesar de las noticias recibidas, sentir ganas de vivir...
Qué extraña la belleza del atardecer, con esa luz vibrante y serena, inmanente a los objetos percibidos. Qué extraños los pájaros, la brisa, los árboles, ese mundo diminuto, delimitado por el marco de la ventana que, no obstante, parece desplegarse y ensancharse como un alma desenfrenada. Qué extraños los recuerdos, más reales y más intensos que el pálido fantasma del presente. Qué extrañas las lágrimas que se agolpan en los ojos y se desbordan y se mezclan con las canciones que escuchas sin parar, con los recuerdos que recuerdas sin parar, con la última y hermosísima luz que baña un mundo incierto y terrible.
Qué extraña la belleza del atardecer, con esa luz vibrante y serena, inmanente a los objetos percibidos. Qué extraños los pájaros, la brisa, los árboles, ese mundo diminuto, delimitado por el marco de la ventana que, no obstante, parece desplegarse y ensancharse como un alma desenfrenada. Qué extraños los recuerdos, más reales y más intensos que el pálido fantasma del presente. Qué extrañas las lágrimas que se agolpan en los ojos y se desbordan y se mezclan con las canciones que escuchas sin parar, con los recuerdos que recuerdas sin parar, con la última y hermosísima luz que baña un mundo incierto y terrible.
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