lunes, 18 de noviembre de 2013

Batiburrillo sin pies ni cabeza

Entre recordar y entre olvidar me quedo con las dos cosas
Andrés Calamaro, Las dos cosas

Nietzsche escribió una razonable alabanza del olvido. Le asignaba una función equivalente a la digestión. Es necesario olvidar. Para que no se nos indigeste el pasado. Para mirar el porvenir con los ojos limpios. Pero la verdad es que eres como ese pájaro fabuloso descrito por Borges que volaba hacia adelante con la cabeza mirando hacia atrás. ¿Y si olvidases ciertas cosas, no sería como si nunca las hubieses vivido? El pájaro fabuloso descrito por Borges es un animal melancólico. Su mirada se pierde en una lejanía cada vez más inalcanzable, fija en un momento que ya no retornará jamás. Desea lo imposible. Desea que algunos momentos no se pierdan como lágrimas en la lluvia. Desea rescatarlos de la implacable y destructora sucesión de los días, los meses, los años. Que floten como esencias indestructibles y resplandezcan en la oscuridad. Que la lluvia no pueda apagar su fuego. 

Aunque los ecos del pasado sean susurros que se escapan de los labios de los fantasmas. 
Aunque lleguen hasta el presente teñidos de bruma. 
Aunque suenen como una canción cuya melodía, cada vez más lánguida, se desvanece poco a poco, porque se estira y se estira, planeando sobre el silencio.

La melancolía provoca cierto estado de furor. Starobinski dice que permite, al que la padece, transformar su incapacidad de vivir en capacidad de decir. Hay un montón de bibliografía sobre esta cuestión. Destacamos el estupendo libro de María Bolaños Pasajes de la melancolía: arte y bilis negra a comienzos del siglo XX, de donde extraemos un poco al azar la siguiente cita:

He perdido totalmente la facultad de meditar o de hablar con coherencia sobre cualquier cosa

H. von Hofmannsthal 

Entonces, ¿qué pasa? ¿la melancolía también puede llevar a la afasia? En lugar de un sujeto afable, tenemos a uno afásico, acaso obsesionado con lo inefable, al que se le atragantan las palabras y, en consecuencia, balbucea, tartamudea. 

Sintaxis descoyuntada para un mundo que carece de centro, de estructura, de arké, de telos. Habla desgarrada. Dispersa. Logos fragmentado. El funambulista cojo salta sobre una cuerda tendida sobre el abismo. Se le encocora el corazón. Caen las estrellas, como lágrimas. El funambulista levanta la vista. Alza los brazos. Habla con los astros sin pronunciar una sola palabra. Una angustia densa como niebla tensa sus músculos. Llegar al otro lado, la meta. No mires atrás. Sí, un solo vistazo. Dos no. Dos sería mortal.*

*Ni idea de qué significa todo esto. Dejémoslo en que es un desvarío. El verbo encocorar no lo usa ni Dios, pero mola. Hay que ponerlo de moda. Esperemos que lo esté usando bien porque no pienso consultar ahora un diccionario. 

Y la pupila del alba embelesa las calles frías, vacías, esparce una sonrisa rosada, inmarcesible en su fragilidad. Sonrisa informe no construida por labios humanos. Allá a lo lejos, un hueco de luz se se abre paso entre la opacidad herrumbrosa del cielo, como un suspiro. No hay nadie. Es muy temprano y todavía no hay nadie. Solo el alba, la carretera sin coches, las farolas. Las cosas diríase se encogen, tiritan. Arropadas por la incipiente luz ahora. Una desolación innombrable late en los aleros de los tejados, en el asfalto dorado por el amanecer, en las nubes que se apartan con deferencia, en el estallido mudo y mullido de las amables llamas invernales.*

*Ídem.

-Esa escena es totalmente irreal y mágica. Un clásico. Propongo la siguiente definición de clásico, que no es mía: aquella obra que con el paso del tiempo se ha vuelto inmune a las críticas y forma parte del, por decirlo con una odiosa expresión, inconsciente colectivo, y es capaz de resistir todas las parodias porque posee una especie de fondo de verdad, de emoción pura, inatacable por mucho que los esnobs y/o los críticos culturales se empeñen en decirnos que es una mierda. Además, esta narración está tan perfectamente estructurada que me da ganas de llorar. De acuerdo, todo es tópico. La historia de amor y todo eso. La música es cursi. Lo que quieras, pero funciona a la perfección. Todo encaja. Solo tienes que librarte de todos tus prejuicios culturetas para verlo.*

*Por extraño que parezca, esta parrafada fue motivada por el visionado de Titanic. En un estado propicio para las epifanías fulgurantes. Sea como fuere, no deja de ser cierto que el gusto cultureta en ocasiones tiene que ver con el deseo de distinguirse de la chusma.
-Dijo el fan de Malick y de Dreyer.
-Sin comentarios. 

Cambio abrupto de tema.

He aquí, lector, unas cuantas citas:
He aquí, lector, un libro de buena fe. Te advierte de entrada que no me he propuesto ningún fin que no sea doméstico y privado.
Montaigne, Ensayos.
Acometo una empresa como nunca hubo una igual, y cuya ejecución no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre verdaderamente natural. Y este hombre seré yo. Yo sólo. 
Rousseau, Confesiones.

Naturalmente, este rollo de un hombre verdaderamente natural es una pamplina porque, como dijo Kafka, confesar equivale a mentir. Lo que uno es, lo es sin más. Yo, por principio, desconfío de todo autor que presente su libro como un libro de buena fe. Tal vez sea porque la televisión nos ha convertido a todos en en alumnos aventajados de la escuela de la sospecha. Quién sabe. 

Nuevo cambio abrupto de tema
Arcaico significa: cercano al arké, es decir, al origen. Pero el origen no está situado solo en un pasado cronológico, él es contemporáneo del devenir histórico y no cesa de actuar en este, de la misma manera que el embrión sigue actuando en los tejidos del organismo maduro y el niño en la vida psíquica del adulto.
Giorgio Agamben, ¿Qué es lo contemporáneo? 

Lo que podría ser otro cambio abrupto más de tema pero que vamos a relacionar con el tema del origen (esta vez, de forma derrideana -pedimos perdón por anticipado- sirviéndonos de una larga -otra más- cita fragmentada, en la cual salen a relucir otros motivos recurrentes de este blog) para dotar de un poco de criterio a este post monstruoso


La fotografía encierra un valor mesiánico y ritual, pretende siempre conjurar una ausencia que se sabe inevitable. Busca recuperar la presencia de lo ausente. La fotografía es una forma de visión profética, reveladora, promiscua, subversiva (...) Diane Arbus solía decir que una fotografía es un secreto acerca de un secreto(...) Idea que causa terror: no hay origen; todo efecto de origen es un simulacro. Simulacro en el origen, que desplaza la jerarquía ser-apariencia, original-copia, alma-cuerpo... Peligro para el origen, pero que a la vez siempre puede hacer un efecto de origen: siempre puede añadir algo (suplemento sería, a la vez, lo que suple y lo que añade). Este es el efecto que tiene la mirada(...) En la fotografía el tacto se ausenta pero quiere volver, en su imposibilidad desespera y se vuelve espectral [¿No es esto melancolía clásica en estado puro, el deseo de abrazar lo que no es susceptible de abrazo, según la definición de Ficino que estoy seguro ya he comentado otras veces?]. El espectro es a la vez visible e invisible, sensible e insensible, es el presente de su ausencia. El espectro no es simplemente ese visible invisible que puedo ver [el gusto por las expresiones paradójicas no es culpa mía, la culpa de todo la tiene Derrida], es "alguien que me mira sin reciprocidad posible y que por lo tanto hace ley allí donde yo estoy ciego, ciego por situación" (Derrida, Ecografías de la televsión; ¿lo ven? Ahí está Derrida. Ni idea de lo de "hace la ley", lo de la "ausencia de reciprocidad" está bastante claro, y es inquietante y fascinante: piensen en ello cuando miren fotografías)
 Estefanía Dávila Martín, La escritura de la luz

Del este mismo artículo vamos a citar la opinión de Kafka sobre la fotografía -cuyas palabras van a misa, ciertamente, aunque en esta ocasión tenemos algunos reparos-, opinión que en el artículo está extraída de Conversaciones con Kafka, de Gustav Januch (citado por Sontag en Sobre la fotografía)
La fotografía concentra nuestra mirada en la superficie. Por esa razón enturbia la vida oculta que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no se puede captar siquiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el sentimiento.
Los reparos a las palabras de Kafka estoy por decir que son kafkianos (aquí kafkiano quiere decir estrictamente kafkiano, y estrictamente quiere decir que los reparos se basan en sus propias palabras... No sé si esta frase ha tenido mucho sentido, la verdad). Porque si lo que no es lo es sin más y confesar equivale a mentir, la vida oculta no se revela sin enturbiarse artificialmente, y no importa si el artificio son las palabras o las imágenes. En ambos casos hay que buscar a tientas. ¿No hay, en la superficie de las fotografías, en el juego de luces y sombras, sentimientos que se ofrecen a una visión intensiva? Hay que buscar a tientas en la superficie misma. (Seguramente he dicho algunos disparates)

Última cita de La escritura de la luz:
La cámara atomiza, controla y opaca la realidad. Confiere a cada momento el carácter de un misterio. 
Confesiones. 

Me he quedado sin cigarros. Por lo tanto, fin del post.

Confesiones II

El post va a continuar un poco más a pesar de todo. No mucho. Sigo sin cigarros. Me duele la garganta. He aquí un hombre verdaderamente natural. Mira, Rousseau. Empresa superflua, soporífera. Al hombre verdaderamente natural que le den. Que le den a Rousseau. Rousseau no mola, nunca moló y nunca molará*. Empresa como nunca hubo una igual, dice. Anda. 

*Otro que no mola es Voltaire. ¿Qué es, si nos ponemos un poco serios, Cándido, sino una bobada escrita por un tipo que obviamente no ha comprendido nada de Leibniz? Nada de nada de nada. Novelita irritante la de Voltaire. 

Breve consideración sobre la potencia y la narrativa por venir

Es extraño, o al menos a mí me resulta extraño/inquietante, que casi siempre, cuando aparece una gran novela, haya un montón de reseñas hablando, no de lo que es la novela aquí, ahora, ya, sino de lo que representa, y que lo que representa sea lo que puede ser en el futuro la narrativa. Como si la obra no tuviera valor por sí misma, solo como signo de una posibilidad, la del advenimiento de una época de esplendor novelístico inusitado. ¿Y si, a su vez, las nuevas grandes novelas del futuro se consideran en signos de otras novelas de un futuro aún más lejano y así sucesivamente? ¿No hay aquí una especie de mesianismo subyacente? Quiero decir, parece que los reseñistas estén esperando la llegada definitiva pero infinitamente postergada de la Novela Final o algo así. El fin del juego, que diría nuestro amigo Derrida.

No puedes meterte el todo en el bolsillo, porque el bolsillo forma parte del todo
El mundo es como una realidad virtual sin salida de emergencia que solo puede ser observado desde su interior*
*Ni idea de a quién pertenece esta frase. Está anotada en un cuaderno bajo el título Indofísica: el mundo del observador interno. Al parecer insistí bastante en esta idea: pretender una descripción completa del mundo es imposible; imposibilidad de un acceso al mundo desde fuera, observación necesariamente interna; limitación del campo de visión por (ilegible*) punto de vista.

*A veces no entiendo mi letra.

También hay anotada una visión pesimista de los medios de comunicación y sus ciclos. Muy básica y desgraciadamente cierta. Es esta: 

Noticia-Indignación-Olvido... Noticia-Indignación-Olvido... Y así sucesivamente. 

(la comunicación es psicótica)

Signos de madurez

-Yo, ahora mismo, por ejemplo, no soportaría estar en una habitación brutalmente desordenada.
-Tu habitación está ahora mismo brutalmente desordenada.
-Creo que no eres consciente del nivel de desorden que antaño podía soportar. No lo puedes ni imaginar. Y, por cierto, hay patrones ocultos. No hay tanto desorden como parece.
-Solo en tu escritorio hay: paquetes de tabaco vacíos, el cenicero azul, folios escritos con lápiz (en uno hay escrito lo siguiente: "las estrellas ululan esta noche helada/ como mensajes rotos, voces mudas, lejanas"), portaminas, el mp3 azul, paquetes de pañuelos, un vaso de tubo, otro par de gafas, un afilapuntas, billetes de autobús viejos, el Kindle, Cedés, chinchetas adhesivas para pegar cosas a las paredes, un paquete de Halls, un móvil viejo, un paquete de cerillas, un cargador viejo, un estuche de gafas, una pulsera de cuero, cuatro mulatitos, piruletas, varios bolígrafos, la caja del mp3, un bote con más bolígrafos y piruletas, una caja que guarda más bolígrafos y mecheros que no sirven para nada y pilas gastadas que tampoco sirven para nada...
-Bah, eso no es nada.

Confesiones III

Para ser sinceros, ahora ya tengo cigarros. Por eso el post ha continuado. Sin rumbo, sí, pero continuado al fin y al cabo, que es de lo que se trata. Anoche fue cuando me quedé sin cigarros. Hoy ya tengo. Anoche tuve un montón de sueños. Bastante raros. Ya no los recuerdo. Antes de dormirme, sin embargo, sí recuerdo que empecé mentalmente a escribir una novela en primera persona y que lo que más me preocupaba era el tono de la voz, más que el estilo, si es que esto tiene algún sentido. Más o menos comenzaba así: 
Me han mandado que escribiera mis impresiones sin preocuparme por nada, solo que divagara y me dejara llevar, y eso es lo que voy a hacer. Tengo esta noche. Mañana tengo que entregar a mi profesor lo que haya escrito. El encargo se parece al de una película que vi hace tiempo. Me gusta. Me gustan las películas. Aunque no suelo recordar los títulos. Creo que escribir es relajante. Solo teclear. Sin más. Lo que sea. Sin presiones de ningún tipo, sin ambiciones de ningún tipo, sin pensar, entregado únicamente al ritmo. Es lo que voy a hacer. Mi historia. Empezaré por el principio: nací un día de agosto. Nevaba, por extraño que parezca. No, no es cierto. ¿Qué coño va a nevar en agosto? Da igual cuando naciera. Mis padres me abandonaron cuando era pequeño. Crecí en instituciones estatales. En orfanatos. Ahora puede que se llamen de otra forma. Últimamente no paran de cambiar los nombres de las cosas. El mundo se ha llenado de tiquismiquis. Por ejemplo, está mal decir que alguien es autista, hay que decir que tiene autismo. A mí me la sopla. Vale que no constituye todo su ser, no lo niego. Pero el verbo tener también es problemático. Parece  como si tuvieran una cosa. Tengo autismo. Uno se siente impulsado a preguntar: ¿dónde lo tienes?, ¿lo tienes escondido? Tal vez esté equivocado. Tal vez haya elegido un mal ejemplo. De hecho, lo estoy. Equivocado, digo. Cuando uno dice tengo catarro, no se siente impulsado a preguntar dónde. Lo anterior, por tanto, ha sido una estupidez colosal. Igual he dejado de ser capaz de razonar. Esta posibilidad me asusta un poco, he de confesarlo. Pongamos otro ejemplo. Hay personas a las que les parece mal decir hombre o mujer. Dicen cosas como: persona asignada con el género masculino, o persona visibilizada como hombre al nacer. Es de risa. O dicen: nosotros, nosotras, nosotres. Para mearse de risa, ya digo. Por otro lado, las personas que dicen cosas como al pan y al vino vino suelen ser aún peores. Quiero decir: demagogos y capullos. A las cosas por su nombre. ¿Pero es que las cosas tienen un nombre? No sé ni qué pregunto. Estoy un poco mareado. Claro que tienen nombre. ¿O no? No entiendo lo que digo. Escribir relaja, sin duda, pero también te lleva a la locura. A cierto tipo de locura, diría yo. Todos venimos de la noche y la locura. Por ejemplo esta frase que acabo de escribir no sé a cuento de qué viene. La he escrito antes de pensarla. Luego me he quedado pensando en qué podía significar. Es bastante raro. Crecí al abrigo del Estado, ya digo. No me fue mal, no crean. Una cosa curiosa, pero que tampoco viene a cuento de nada y que solo escribo porque tengo que escribir cualquier cosa, es que de las chicas rubias que he conocido a lo largo de mi vida no recuerdo ningún nombre. Algo inquietante, por algún motivo. Tampoco significa nada, pero a mí me parece de lo más curioso. Sin excepción, recuerdo vagamente sus caras, pero no sus nombres. Tampoco han sido tantas. Creo que debería ser capaz de recordar sus nombres. ¿Por qué soy incapaz de recordar sus nombres? ¿Por qué esto solo me pasa con las rubias? Ni puta idea. Recuerdo, por ejemplo, que a una le gustaba Bukowski. Yo dije que guay, a mí también, por qué no. La verdad es que Bukowski ni me gusta ni me deja de gustar, pero qué más da. Mis recuerdos son fragmentos, imágenes inconexas, atomizadas, deshilachadas, misterios reverberantes. Una cosa que tengo que confesar es que no pienso hablar de nada verdaderamente importante, que lo verdaderamente importante no se lo voy a confiar a las palabras escritas, que me lo pienso guardar, por decirlo así, en el alma. Hay cosas que no hay que contar jamás. Esto es de una canción. ¿Por qué no? La respuesta requiere una explicación un poco pedante. No tengo tiempo de desarrollarla bien. Baste decir que tiene que ver con una cosa que decía Platón. Que hay cosas que se tienen que grabar en el alma. Algo así. Con eso tendrá que bastar. De momento. Sigo. Es ya muy de noche. Esto me está llevando más tiempo del que pensaba, y eso que solo acabo de empezar. Oigo ruidos. La noche lo transfigura todo. Las cosas parecen más solitarias. Los sonidos se amplifican. Otro mundo. Me siento casi irreal. Como si no existiera. Es una sensación peculiar, agradable pero a la vez desasosegante. No sé si me estoy explicando bien. 
Inmersos en el misterio de lo absurdo*

* Otra frase anotada en un folio que no sé a quién pertenece. Las anotaciones que siguen son estas: Irremediablemente subordinados a observaciones de segundo grado: el entretenimiento (McLuhan) Apenas he leído a McLuhan, pero bueno. Otra: no solo no tenemos una salida de emergencia, es que ni la estamos buscando. Otra más: hay que restaurar la perceptibilidad... Supongo que son apuntes de algún congreso de Estética. Con mis apuntes no hay manera de aclararse. Mis apuntes son un puto desastre.

La mirada de Medusa 

"Su necesidad de ti es como una especie de Medusa que te petrifica" (DFW, no recuerdo en qué relato... Cito de memoria, más que nada por pereza, porque no pienso levantarme a comprobar si la cita está bien y dónde... Otra de DFW, relacionada con lo de Diane Arbus: "Siempre hay secretos dentro de los secretos", apostaría a que esto lo dice en El rey pálido
Desde tiempos inmemoriales, la mirada se ha considerado peligrosa, e incluso sacrílega. Se ha desplegado bajo la sombra de la sospecha. La mirada tiene confines, límites que no se deben transgredir. Pero, a pesar de todas las prohibiciones, no se ha dejado de mirar aquello que no se debía ver... Recordemos, entre otras, las trágicas muertes de Acteón y Prometeo en la mitología griega. ¿Qué es lo que vieron, que les hizo merecedores de tal condena? Lo que hace sacrílega su mirada no es lo que vieron, sino que fueron conscientes de que mirar es una forma de poseer, de hacerse con lo mirado, y este hecho es imperdonable. Toda mirada es furtiva, roba algo de las cosas. Toda mirada tiene un precio. Mirar es una forma de poseer, y a la vez de perder aquello que vemos. Mirada que llega incluso a enfrentarse a la muerte. Solo el que viene de mirar a la muerte a la cara tiene algo que decir sobre la vida. Esta mirada extrema, de umbral, que nos lleva al confín de lo visible y nos deja ante lo invisible o ante el vacío, es la mirada de Medusa.
Estefanía Dávila Martín, La escritura de la luz*

*Cuando dije lo de la última cita del artículo de Estefanía era, como queda claro, mentira.


This is the end

Fotografía en la pared: Marilyn Monroe. Lleva ahí años. No ha cambiado nada. No produce ese efecto de muchas fotografías, que parece que te están mirando. Los ojos de Marilyn miran hacia un lado. Marilyn es un misterio. Ninguna mirada poseerá a Marilyn jamás. Su rostro escrito con luz es indescifrable. Fotografiada una y otra vez, Marilyn es lo inapropiable por antonomasia*

*Vale, sí, desvaríos de mitómano. 

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