jueves, 17 de octubre de 2013

Simples preguntas

¿No es un poco exagerada esta especie de mitologización de los cocineros, concebidos poco menos que como figuras heroicas que luchan contra Cronos, que está llevando a cabo la televisión? ¿Hemos pasado del Matemático Demente o del Artista Sufriente al Cocinero Hercúleo que lucha contra obstáculos cada vez mayores y más arbitrarios? ¿A qué viene esto? ¿El proceso de decadencia de Occidente ha alcanzado tal extremo que ahora solo nos interesa la comida? ¿Qué sentido tiene ver excelsas creaciones artístico-culinarias que, en realidad, están destinadas al gusto? ¿No hay una especie de conflicto de facultades o, mejor dicho, de sentidos? ¿En qué momento hemos pasado de los sensatos y útiles programas de cocina que enseñaban a cocinar a las espectaculares escenificaciones dramáticas condimentadas con una espesa salsa de emotivismo desatado que muestran la heroicidad que supone cocinar complejos platos luchando contra el reloj? ¿Soy el único al que todo esto le parece de lo más extraño? ¿Soy el único que piensa que estamos ante una fracasada revalorización del sentido del gusto, considerado altaneramente por la tradición del pensamiento occidental como muy menor respecto a la vista o el oído? ¿Soy el único para el que es evidente que la tele envía imágenes, no sabores, y que por lo tanto es absurdo y ligeramente perturbador estar viendo platos que uno no tiene posibilidad de comer y que en esto reside precisamente el fracaso de esa supuesta revalorización? ¿Soy el único que considera malsano el enaltecimiento de la competitividad que realizan estos programas, aunque después la maticen sirviéndonos un postre lacrimógeno de sentimentalismo redentor? ¿Acaso no es raro que todo siga una especie de patrón narrativo tan cuadriculado, de conflictos y resolución catártica de los mismos? ¿A nadie más le irrita el descarado uso de la música que se hace en los programas televisivos de glorificación culinaria para crear un clima de tensión? ¿A nadie más le parece que los severos jueces con sus estrellas Michelín son unos capullos tiquismiquis? ¿Nadie más sospecha que el montaje de las imágenes de cocineros correteando frenéticamente de un lado para otro como pollos sin cabeza intercaladas con imágenes del reloj en su inexorable cuenta atrás está manipulado y que, por ejemplo, están dando la imagen de los cocineros cinco o seis minutos antes de que se acabe el tiempo y la imagen que a continuación muestran del reloj indica que queda menos de un minuto, de tal manera que se produzca un efecto de suspense en el espectador y este se inquiete, dado que parece imposible que el cocinero pueda emplatar dentro del tiempo asignado? Y, por último, ¿no se produce una disonancia estética tremenda entre los modelos de Agatha Ruiz de la Prada, caracterizados por su cromatismo naif, que viste Chicote y su actitud?

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