lunes, 28 de octubre de 2013

Hierro y cromo (tiempo y ser en la televisión)

Cachitos de hierro y cromo. Temazos y programón.

Ni que decir tiene que aquí defendemos mucho a la televisión, que no nos imaginamos un mundo sin televisión ni queremos vivir en un mundo sin televisión. Nos fascina la adicción de la televisión a su propio pasado, a esa memoria social y colectiva, y a menudo nos preguntamos si había algo o nada antes de la televisión, aunque pudiera parecer locura atribuirle a la televisión tal suprema función ontológica. Nos desconcierta, por ejemplo, el efecto extrañísimo que se produce en el espectador cuando este contempla un programa de su infancia cuya estética, ahora, pero no entonces, porque entonces era imposible, se le revela desfasada. Este desfase es claramente producto de la mediación que introduce el paso del tiempo, pero esta explicación en absoluto resuelve el enigma, porque, en última instancia, el paso del tiempo es el enigma mismo. Esto inevitablemente nos lleva a imaginar los programas del presente como si pertenecieran ya a un pasado remoto y a intentar atrapar esa extrañeza conjetural que aún no se ha producido, porque es un efecto del paso del tiempo, de un tiempo que aún no ha pasado. Para complicar un poco más las cosas, están los programas del presente que tratan sobre el pasado y lo someten a un proceso de reevaluación que deja clarísima la importancia de los contextos de recepción en el sentido mismo de las obras y como el sentido, lejos de ser una entidad fija e inmóvil, depende del tiempo. Y estos programas también quedarán desfasados, es decir, que el interés del presente por cierto pasado resultará, en el futuro, él mismo pasado de moda.

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