domingo, 20 de octubre de 2013

Sobre el Correcaminos y las persecuciones imposibles



David Foster Wallace contra el Correcaminos: (des)encuentros tácticos en el presente. Si les soy sincero, no alcanzo a entender muy bien esa distinción entre programa existencial y programa existencialista, sobre todo teniendo en cuenta que, al parecer, en el programa existencial se ve implicada una noción tan existencialista como la de autenticidad.

Al margen de la autenticidad y del existencialismo, lo interesante es que lo que podríamos llamar las persecuciones imposibles se repiten una y otra vez (¿quién no ama las estructuras, los patrones, los motivos recurrentes?): Tom y Jerry, Silvestre y Piolín, pero también El acercamiento a Almotásim, de Borges, y, desde luego, la búsqueda de Archimboldi en 2666, de Bolaño, aunque el tema de la persecución atraviesa la obra entera de este; es su columna vertebral.

Por supuesto, el sentido no existe; insiste o subsiste, como bien decía Deleuze (por cierto, y perdóneseme la pedantería por esta vez (mejor aún, perdóneseme siempre y así yo ya me despreocupo de si estoy haciendo referencia a demasiadas cosas o no) en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius Borges hace una referencia al mundo subsistente de Meinong, poblado de objetos ideales, a los que Deleuze en La lógica del sentido se refiere como objetos imposibles (Borges es un genio absoluto y objeto de veneración incondicional, pero no le importaba mucho, y hacía bien, sacrificar el rigor filosófico en aras del esplendor literario; los objetos de Meinong no son ideales sino, más bien, lógicamente contradictorios, como círculos cuadrados y cosas así, y el caso es que las proposiciones que designan estos objetos tienen un sentido, aunque los objetos no puedan efectuarse en ningún caso; los objetos a los que se refiere Borges no son de esta clase, creo yo, son, tal vez, acontecimientos (la ontología de Tlön se parece más a la propuesta por Foucault, vía Heidegger, en la que lo importante no son los sustantivos sino los verbos, y recordemos que en el inagotable relato borgiano, en Tlön, nadie cree en la realidad de los sustantivos). El sentido es La caza del Snark, de Lewis Carroll (o la caza del Correcaminos, ese ser demasiado veloz, inasible, perpetuamente desplazado, diferido). Es la llegada a El Castillo, de Kafka. Es estar Esperando a Godot, de Beckett. En este último caso no hay una búsqueda ni una persecución, claro, pero porque se trata de la otra cara de la misma moneda: la espera imposible.

Tal vez más interesante que todo esto sea la complejísima escena que vemos a partir del minuto 1.40. La ilusión se vuelve real. La carretera pintada deviene verdadera (para el Correcaminos), pero cuando el Coyote la atraviesa... ¡Oh no!

¿Qué demonios ha pasado aquí? Esta escena muestra mejor que ninguna otra la radical imposibilidad de atrapar al Correcaminos, ya que este puede habitar y correr en una dimensión vedada al Coyote. El Correcaminos se convierte en una especie de objeto ideal de segundo grado: puede correr por la ilusión creada dentro de la ilusión, por los dibujos animados creados dentro de los dibujos animados. Naturalmente, la ilusión primordial consiste en que en el mundo de los dibujos animados no existen consecuencias, no hay efectos verdaderos, el Coyote no muere aunque se caiga de un precipicio veinte veces o le exploten granadas en la boca.

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