martes, 5 de julio de 2016

Crítica literaria hardcore: seek and destroy

La crítica implica una destrucción, una destrucción física incluso.
Jesús G. Maestro.

Normalmente no estoy de acuerdo con los perturbados y fanáticos discípulos de Gustavo Bueno —su convicción de que el fuego redentor del materialismo filosófico reduce a cenizas ideológicas a sus adversarios, sus caricaturizaciones malintencionadas de las posturas filosóficas de Derrida, su arrogancia patológica y sus inquietantes imitaciones del Maestro, a quien no se atreven a criticar ni una coma, me resultan un tanto extrañas (y sé que esto que digo se encuadra en el segundo género de materialidad y que los gustavobuenienses lo considerarían mero psicologismo)—, pero en este caso, sin que sirva de precedente, voy a hacer una excepción.

Me mola esta concepción tan hardcore de la crítica literaria. De hecho, yo, como sujeto operatorio, sin saber que estaba haciendo crítica literaria —o tal vez crítica de la crítica—, destruí físicamente el prólogo que Saramago escribió de El Proceso de Kafka. Era un prólogo malísimo. Aunque fue un acto de inconsciente crítica materialista hardcore, uno de mis hermanos juzgó mi performance crítica como un acto más propio de cabras que de humanos. Estás como una cabra, me dijo. Al que no le funciona bien la cabeza es a Saramago, dije yo. Hacer de la relación con el padre la clave interpretativa de toda la obra de Kafka es un reduccionismo intolerable. Siempre que me tope con semejante tesis, destruiré el soporte material en el que esté escrita*

*Esta última frase me la acabo de inventar. Jamás la pronuncié.

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