viernes, 7 de junio de 2013

The paella incident

Las polémicas absurdas siempre tienen su gracia. Al parecer, Love of Lesbian, que molan un montón, por cierto, han protagonizado un anuncio de cerveza en el que cocinan una paella con cebolla. Como todos los aspectos de la vida, la paella también es un campo de batalla en el que se libran guerras conceptuales, y dichas guerras nunca están exentas de fanáticos y guardianes de las esencias. El ser es, que diría Parménides, y el no ser, pues no (por supuesto, la vía gloriosa que siguen Nietzsche y Deleuze es la del ser en tanto no-ser, pero dejemos esto, que nos conduciría por otros derroteros). Y el ser de la paella no puede llevar cebolla, a costa de destruir su esencia, es decir, lo que es. Que conste que a mí, pese a formar parte del grupo de descarriados lunáticos que creen, sinceramente, que Derrida es un gran filósofo, si me ponen un plato de paella con cebolla me levanto y me voy apelando a que su esencia ha sido destruida por completo. Cebolla sí, pero en la paella no.

Si el arroz está pastoso, hay que tirarla a la basura, no hay más opciones: eso es directamente un atentado contra la decencia del ser humano.

Pero, y ahora voy a sacar mi lado derrideano, eso de que una paella de marisco no es una paella, como que no. Mi posición filosófica respecto a la paella es que, puesto que el origen es siempre, en realidad, desplazado (viva Derrida, y que se jodan los fundamentalistas), recurrir al origen como instancia legitimadora de lo que las cosas son, sin atender a su devenir, no es más que metafísica platónica (la paellez de la paella, esencia inmutable, eidos atemporal).

También podría haber dicho que mi posición es hegeliana: el concepto de una cosa es la historia de esa cosa. Más o menos. Da igual. Dejémoslo en que los conceptos tienen historia o devenir. De forma que, si bien el marisco no formaba parte de los ingredientes de la paella en su origen (aceptando que tenga un origen determinable, esto es, en un momento preciso y singular, en el cual surgiera (siendo lo que es y lo que de ninguna manera puede nunca (nótese que categorías como nunca no tienen correlato empírico, no pertenecen al mundo del suceder) dejar de ser), aunque mi creencia es que las atribuciones de origen son siempre retrospectivas, cuando no legendarias o míticas, y que siempre (lógicamente, tampoco siempre tiene correlato empírico) se puede ir más atrás en busca de los orígenes, que más o menos es lo que viene a decir Derrida, siguiendo a Heidegger y su importantísima contribución a un pensamiento no basado en fundamentos teológicos, Ab-Grund) esta modificación se incorpora al, o revierte en el, concepto mismo de la paella. La paella deviene multiplicidad sin original.

Incluso, en una muestra de osadía inusitada, pueden llegar a mezclarse el marisco y la carne, conviviendo en tensa armonía, en una misma paella. Así, obtendríamos tres tipos ideales de paellas: la paella de carne, la paella de marisco, y la paella osada que surge de la intersección de ambos tipos.

PD: Yo siempre que cocino cualquier cosa pienso que los filósofos de la diferencia tienen razón, por una razón muy sencilla: en realidad, lo que designamos con un concepto único se compone de multiplicidades, y las mezclas dan lugar a totalidades relativas que hay que crear y que tienen una historia. Tienen un devenir inmanente (paella con carne, con marisco, con marisco y carne, y dentro de estos tipos también podríamos decir que hay diferencias internas: paella con pollo, con conejo, con pollo y conejo, con otro tipo de carne, con guisantes o sin guisantes, etc) y no una referencia trascendente (esencia inmutable, ajena al tiempo). Incluso en el tema de las paellas, por tanto, postular una esencia trascendente se resuelve en la obligación moral de realizar dicha esencia. He aquí, pues, de nuevo, la miseria de la moral frente a la alegría ética (que opera por distinciones inmanentes de tipos de ser o modos de existencia, sin necesidad de juzgar moralmente ni de alucinar con trasladar lo bueno y lo malo a un plano supremo y llamarlo el Bien y el Mal)

PD2: El porqué cualquier tema deriva en debates absurdos y mortalmente aburridos sobre nacionalismos creo que entra ya en el terreno, no de la sociología ni de la filosofía política, sino en el de la psicopatología.

PD3: Siguiendo con los temas culinarios: los que dejan las tortillas medio crudas y como líquidas no merecen vivir. Se tienen que cuajar bien. Y si alguien le echa tantos huevos que no parece una tortilla de patatas, que la llame tortilla de huevos. Y que se vaya de este país.

PD4: De todas formas, en el anuncio yo no veo que echen cebolla, sino calamares. Tampoco es que mi vista sea envidiable, pero a mí me parece calamares.

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