miércoles, 19 de junio de 2013

El relato irónico

Se disponía a escribir un relato muy pero que muy irónico sobre la navidad, las familias disfuncionales, lo intolerablemente horteras que resultaban los políticos neoconservadores y lo desesperantemente estúpidos que resultaban, en general, los creyentes, todo ello aderezado con una prosa ágil, trepidante, fresca y desenfadada que sugiriera lo guay y desafiante y polémico que era y las altas cotas de ingenio a las que podía elevarse como si nada, sin esfuerzo. Escribió un montón de chistes sobre curas gays. Un retrato demoledor de un tipo, el nuevo novio de la madre del protagonista, que va a cenar, en nochebuena, a la casa del protagonista, que no es sino el narrador irónico que está de vuelta de todo y se cree más listo que nadie y con derecho a ofender a todo Dios para ser guay. El tipo, el rutilante nuevo novio, se presenta con aire ausente de alelado, no aprecia las bromas crueles del protagonista, ni los comentarios hirientes que intercala en el discurso del rey, porque es un pánfilo, un tontaina y un simplón, con valores desfasados y ridículos, de esa clase de gente que no gusta del arte realizado por psicópatas ni es capaz de hallar encanto alguno en la deconstrucción de los roles de género mediante performances en las que mujeres con bigotes falsos recitan fragmentos de Judith Butler o bien fragmentos de El exorcista. Por tanto, el tipo merece morir, ya que no comparte ni los valores ni los gustos del protagonista. Además, el tipo viste mal, y el pelo le cae sobre la frente en forma de desmadejados chorretones aceitosos que irradian un espeluznante brillo oleaginoso y negruzco. La ironía, por supuesto, residía en que a menudo resultan ser los progres y los listillos los verdaderamente intolerantes con las creencia de los demás, los que carecen de empatía y se sienten legitimados a ofender a quienes no piensan como ellos y quienes sustituyen el insulto y la burla por la argumentación y se muestran fanáticos y estúpidos al luchar contra el fanatismo y la estupidez que dicen detestar. Iba a ser un relato bastante moral.

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