martes, 4 de junio de 2013

Cartas sin destinatario

Creo que por aquí cada vez hay más pájaros. Al amanecer, sobre todo al amanecer, arman un barullo tremendo. Sobrevuelan las casas abandonadas, van y vienen, no paran quietos ni un segundo, no se callan ni un segundo. No sé cómo se llaman, qué clase de pájaros son. La verdad es que no me importa, aunque seguramente sean gorriones. No sé por qué creo que son gorriones, pero eso es lo que creo que son.

Últimamente pienso mucho en las casas abandonadas de enfrente, en esa larga hilera de casas idénticas y deshabitadas. Excepto yo, todo el mundo cree que las casas abandonadas son tétricas, tristes, que componen una imagen de la desolación, casi una metáfora de la oscuridad del tiempo en que nos ha tocado vivir, del desmoronamiento irremediable que nos ahoga, pero a mí me gustan. Están ahí, vacías, silenciosas, imperturbables. Puede que se deba, no lo niego, a cierto gusto anacrónico, romántico, por las ruinas.

Porque la naturaleza ya ha empezado a reclamar sus derechos sobre esas construcciones humanas, revelando su fragilidad, su carácter contingente, transitorio. Algunas flores, cuyo nombre también desconozco, han brotado, abriéndose paso entre el cemento, en la juntura de las casas y las aceras. Flores amarillas.

El caso es que la contemplación incesante de las casas vacías me proporciona una agradable sensación de serenidad. No sé por qué, y tampoco importa demasiado el porqué. Están envueltas por un aura de misterio, replegadas sobre su interior vacío, ensimismadas en su terca quietud, exhibiendo un mutismo inabordable. Están a la vez cerca y lejos. Es difícil de explicar.

El azul sin fin del cielo despejado se alza sobre las casas vacías. El cielo sin nubes, las casas sin habitantes: todo encaja. Los pájaros atraviesan el paisaje. Son los elementos móviles imprescindibles que sirven de contrapunto a tanta quietud. El canto que rasga el silencio, que lo habita.

PD: Si de veras prestas atención verás, no la profundidad escondida y esencial, sino la esencia visible de lo que hay, y sabrás que El Principito miente.

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