viernes, 1 de marzo de 2019

No hacer nada: el nihilismo místico del Señor S.

Me preguntan que si voy a hacer algo el fin de semana y yo pienso: ya he hecho bastantes cosas durante la semana —trabajar, estudiar, la comida, etcétera— así que no, no voy a hacer nada, salvo entregarme a los (agri)dulces placeres del pensamiento rememorante* y de la contemplación desinteresada de la naturaleza y de las cosas bellas (tengamos en cuenta que, digan lo que digan, el ser humano es esencialmente contemplativo y solo por oscuras y misteriosas razones se ve obligado a ingresar en el mundo de la acción, y tengamos en cuenta también que yo, en cuanto me descuido, dejo de ser un racionalista cabal para convertirme en una suerte de fenomenólogo teológico-poético, o de fideísta irracionalista, cuyo único deseo es la mística unión con una trascendencia inconcebible pero que de alguna forma se puede vislumbrar en lo sensible —en la hora mágica del atardecer, por ejemplo, o en donde sea que estemos cuando escuchamos música con auténtica atención y fervor—, por decirlo de forma grandilocuente, pedantesca y tal vez un poco enrevesada)

*Melancólica, agridulce** rememoración de lo que en el pasado fue presente y que hoy ya es solo una pálida sombra (valga el oxímoron), una huella, el testimonio de una ausencia paradójicamente tan presente y tan insistente...

**Dulce sabor amargo, que diría Kase.O

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