viernes, 15 de marzo de 2019

Día mundial del sueño

Hoy es el día mundial del sueño. Precisamente hoy yo tengo muchísimo sueño porque anoche, precisamente anoche, no dormí casi nada. Me desperté a las cinco de la mañana y me pasé las siguientes dos horas dando vueltas en la cama y alejando la posibilidad del sueño con el consabido y contraproducente intento de obligarme a dormir. A ratos, medio dormido medio despierto, soñaba con una biblioteca inmensa, llena de pasadizos oscuros y de atareados bibliotecarios que los recorrían con inexplicable urgencia. No sabía cómo salir de esa inquietante biblioteca y no podía preguntar por la salida a las huidizas figuras que recorrían los pasadizos con inexplicable urgencia. Desaparecían antes de que lograra formular una pregunta. En los pasadizos no había libros. Ni en ningún otro sitio de la biblioteca. No logré encontrar la salida. Al fin sonó el despertador, abandoné mi angustiosa duermevela y me fui, despeinado, ojeroso y con demasiada cafeína en mi torrente sanguíneo, a trabajar a mi biblioteca no onírica. Se me olvidó una vez más llevar los libros que tengo prestados y que ya tienen un retraso considerable (lo lógico sería que devolviera los libros a tiempo a una biblioteca a la que voy a trabajar todos los días, pero no es así). Entre bostezo y bostezo ordené la bebeteca, la zona más caótica de toda biblioteca pública, un auténtico vórtice de entropía. La zona infantil ya es de por sí un caos, pero la bebeteca es el caos dentro del caos. Luego fui con un compañero a tomar más café para poder seguir vivo. Luego seguí ordenando la biblioteca infantil (no es verdad, como quiere el tópico, que lo único que haga un bibliotecario sea colocar y ordenar libros, pero en la sala infantil, por la mañana, es básicamente lo que hay que hacer). Luego estuve tejuelando y luego, por fin, fiché y me fui a casa y comí rápido y mal y luego, en vez de echarme a dormir la siesta, me puse a ver vídeos en youtube y a leer un artículo sobre la relación de Foucault con Kant, y luego fui a pedir vez en la peluquería porque necesito cortarme el pelo ya y luego fui a comprar, que para mí siempre es un auténtico fastidio, pero más hoy, con mi estado de consciencia a caballo entre el sueño y la vigilia, y ahora, en este día mundial del sueño, sigo teniendo muchísimo sueño y estoy, obviamente, escribiendo este texto y preguntándome si estará bien o mal escrito y por qué sigo escribiendo textos tan rematadamente autobiográficos yo, precisamente yo, que en teoría odio la autoficción y amo la ciencia ficción. Seguramente lo de odiar la autoficción sea una pose, me digo. Tal vez soy un egocéntrico sin remedio (de la llama del inconfesable deseo de alcanzar la gloria literaria que mi mente adolescente se proponía como objetivo vital primordial hoy apenas quedan las cenizas, ay, pero algunos rescoldos, me temo, permanecen). De todas formas, la parte de de ficción de la autoficción no está presente en este texto. Todo es rigurosa, aburridamente cierto. He dormido poco y mal, he soñado con bibliotecas raras, he ordenado libros y he comprado bebidas y alimentos en el Carrefour. Sin embargo, pese al carácter rigurosa, aburrida, anodinamente cierto de lo que he escrito, algunas frases han sido reescritas, ciertos adjetivos han sido borrados y vueltos a añadir, ciertos adverbios se han repetido deliberadamente. O sea, que ha habido, con independencia de la calidad del resultado, lo que podríamos llamar pomposa y pedantemente —y con un preocupante exceso de adverbios— un trabajo de composición literaria. O sea, que en cierto modo podríamos decir que este texto también es una ficción literaria...

Una vez, hace muchos años, me pasé la noche antes de un examen estudiando y, después de hacer el examen, continué el resto del día sin dormir. Me acuerdo de que ese día mi estado de ánimo era más salvajemente fluctuante de lo normal. Me acuerdo de que, por un lado, deseaba dormir más que nada, pero por otro lado sentía una tremenda curiosidad por saber cuánto podía resistir sin dormir y qué sensaciones podía experimentar si seguía venciendo al sueño un poco más. Estaba irritable y ensimismado, pero también extrañamente eufórico, o al menos eso es lo que yo recuerdo...

Incapaz de vencer mi tendencia a la pedantería extrema, debo decir que ese estado extraño, ambivalente, entre la vigilia y el sueño, apuntaría a algo así como un espectral tercer lugar indialectizable... 

Estoy desbarrando, lo sé, pero recuerden que en este día mundial del sueño tengo mucho, muchísimo sueño...

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