jueves, 5 de marzo de 2015

Él (IV)

Puertas y ventanas

La línea de sombra sube por la fachada amarillenta de las casas abandonadas. Ya casi ha cubierto el primer piso. Hay un cartel del ayuntamiento en el que está escrito con grandes letras rojas «PROHIBIDO EL PASO». Hay varias puertas y ventanas rotas —la prohibición del ayuntamiento ha sido claramente violada— que aletean furiosas cuando sopla el viento. Las puertas y la ventanas son de madera y están pintadas de verde, pero la pintura está descascarillada. Lento pero fascinante espectáculo el de la decadencia de un conjunto de casas irremediablemente condenadas a la ruina. Muchas cerraduras han sido robadas. La línea de sombra ya ha cubierto el primer piso. Dos pájaros juegan a perseguirse por el tejado. Más allá de las casas pasa un avión trazando una línea blanca que se difumina pronto sobre un cielo tan azul como impertérrito. Hará unos tres meses, por lo menos, que justo enfrente de las casas abandondas han dejado abandonado un viejo coche rojo. Parece lógico. Por la calle no pasa nadie, y la tarde va muriéndose poco a poco, serenamente, como si Dios bostezara y su aliento lo inundara todo de un dulce y absorbente sopor.


Más diálogos mesiánicos

—Al parecer, aquí vienen a parar todos los despojos —dice él—. Los desharrapados, los parias, los olvidados, los abandonados, los que tienen hambre y frío y sed y no pueden calmarse ni colmar sus deseos, los que lloran pero sus lágrimas no les resultan refrescantes ni desenconan su corazón afligido, duro como una roca (y también son rocas sus recuerdos, hay cuarzo y mica y feldespato enquistados en su memoria involuntaria), los solitarios, los tarados de solemnidad, los raros y los feos y los que no saben vivir o ya no pueden más.
—Ya estamos otra vez con el mesianismo —suspira una voz exasperada—: ellos serán mesiánicamente redimidos y alcanzarán la felicidad, ¿verdad? —Sacude la cabeza hacia los lados, señalando enfáticamente su incredulidad—. ¿De verdad crees que reirán en el Reino de los Cielos?
—No se te ocurra confundirme con alguna clase de librepensador —dice él, algo ofendido—. Yo soy lo más opuesto a un ateo que conozco y cabe pensar.


Hacia el Este, el avance de la línea de sombra continúa

La línea de sombra, como quien no quiere la cosa, ya casi ha cubierto el segundo piso, que es el último. Está rozando el tejado, como una lengua que estuviera a punto de lamer una mejilla (esta analogía, admitámoslo, no ha tenido mucho sentido; más bien ha sido una majadería en toda regla, pero bueno).


Alegrías siderales

Aun a riesgo de ser cursi, le parece hermoso pensar que la palabra deseo se compone del prefijo de y de la palabra sidus, sideris, es decir, estrella, constelación. Y después vendrá un violento cielo violeta y después la noche y entonces mirará por la ventana y asentirá y tal vez —solo tal vez— incluso sonría. A las estrellas. Sí.

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