jueves, 15 de noviembre de 2012

Procrastinar es un arte

Procrastinar es un arte, como todo, y yo lo hago especialmente bien. La palabra es, desde luego, hórrida: causa pavor y dentera. Pronunciar esa palabra es como masticar cristales (iba escribir: mastricrar cristrales). Bien, dejemos este tormento fonético. El caso es que después de madrugar para estudiar, tomar café para estar despierto y tomar más café para poder estudiar estando bien despierto, que es la mejor forma de estudiar, sigo pensando que no estoy lo suficientemente despierto para estudiar y que necesito aún más café y, en lugar de estudiar, he estado la mayor parte del día perdiendo el tiempo y dejando para luego el estudio, y lo último que he hecho ha sido calcular mentalmente si me queda tiempo o no, si puedo o no dejar para mañana lo que tendría que hacer hoy.

Creo que puedo, aunque anteriores experiencias lo desaconsejan vivamente. Cierta ley dice que siempre se tarda más de lo esperado en hacer cualquier cosa, incluso teniendo en cuenta dicha ley. La ley es cierta, incluido, por supuesto, su autorreferencial e irónico corolario.

Incluso he tardado más tiempo de lo esperado en escribir este post.

El café, además, pasado cierto umbral, deja de ser eficaz en cuanto a estudiar se refiere. Yo diría que es una gran droga nootrópica* que despierta los impulsos cognitivos del ser humano, pero que tampoco conviene abusar.

*Esta palabra mola, así que la pongo, sea verdad o no que el café es una droga nootrópica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario