domingo, 22 de abril de 2012

Imagina que

Un delgado rasguño de luz en la opacidad celeste. Imagina que a través de esa hendidura un pequeño y curioso dios nos observa. Imagina que no sabe nada. Se siente solo y perdido. No tiene ninguna respuesta que ofrecernos. No sabe para qué se creó el mundo, no sabe quién eres, ni siquiera sabe quién es él. Se limita a observar. Parpadea y entonces estamos ya todos muertos. Ahora está más solo aún, en una oscuridad sin fin, la coreografía de los astros le adormece y finalmente se sume en un profundo sueño del que jamás despertará. Ahora el mundo prosigue su marcha a ciegas, sin dioses ni hombres. Sin rumbo. Sin porqué.

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