La figura del sacerdote tiene necesidad de entristecer, de juzgar, para ejercer su poder. En la crítica literaria también hay autoerigidos sacerdotes que asumen la carga, el trabajo de lo negativo. El triste trabajo de lo negativo. El trabajo del inquisidor. Ellos velan por los lectores. Nos advierten: la nueva narrativa española apesta. No creáis en dioses falsos. Nuestra interpretación es la única y, por tanto, la verdadera. Empiezan por la negación, para producir un fantasma de afirmación. Nada que ver con el santo decir sí del niño (tercera transformación del espíritu)
Más bien apestan ellos a resentimiento. Y son ellos los que creen en falsos ídolos
¡La dialéctica es el opio del pueblo! ¡Viva Nietzsche!
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ResponderEliminarYa veo que citas a un hombre que no recuerdo cómo se llama. Es calvo, gafas, ojos pequeños (en sentido literal y figurado), escribe bestsellers... Le regalé a mi madre un libro de este hombre, no sabía quién era.
Bueno, no hay que olvidar que la transformación en términos ibéricos es Mulo-águila-crio.
Lo de citar lo decía por lo del mal olor de la narrativa española.
ResponderEliminarNo sé a quién te refieres...
ResponderEliminarEs que hay gente que se dedica a decir: "no hay ningún Dostoievski entre los escritores jóvenes". Ni ningún Shakespeare, no te jode. Se dedican a ser "anti" que, como bien decía Ortega, es una forma deficiente de ser. Además, me parece una postura muy conservadora, y muy cómoda, en plan "yo solo valoro los clásicos, las grandes novelas".
Claro que hay mucho escritor pasado de rosca que viene a descubrir el mediterráneo y, por el camino, se le indigesta Deleuze, y se le indigesta Baudrillard, etc, pero de ahí al juicio sumarísimo: todos son una mierda, no saben escribir, pues no, oiga, y además, ¿qué has escrito tú? Porque es infinitamente más difícil escribir una novela, aunque sea mala, que apoltronarse en el sofá y decir: no llegan a la altura de Joyce... Ya, tú sí... Venga