viernes, 22 de mayo de 2009

Emitiendo

Emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la droga. El Emisor no es humano, es el virus humano.

W. S. Burroughs.

La aceleración hipermoderna de la narración adictiva de Lost no puede ser más que un medio para acelerar más, para emitir más.
Diferir el sentido.
Lost no puede acabar (quizá ninguna narración acaba)
Lost es un dispositivo, una lógica de la narración puesta en funcionamiento más que una narración, una máquina de producir misterios consumidos globalmente. Cohesión social a través de todas las pantallas del mañana que parpadean hoy.
Los adictos a Lost podrían seguir viendo Lost toda la vida.

El drogadicto no pregunta por el sentido del acto de drogarse, quiere su dosis: el espectador quiere su dosis. Homer quiere su bo-cadillo.

Burroughs lo sabía (Burroughs lo sabe todo desde siempre, Burroughs es Jacob y el amigo de Jacob y continúa sentado ante las estatuas del tiempo mítico que será recobrado en el imposible pasado mañana). Nos encaminamos al caos, a la saturación, a la confusión (confusion!!!), al silencio.
Para llegar al silencio que ya estaba antes de todo, al caos silencioso, al caos que ya no es caos sin dejar de ser caos, caos transparente, transparencia pura destilada con caos, es necesario perderse en loops de confusión y paranoia (¿soy lo suficientemente paranoico?) por flujos verbales entrópicos que se preguntan por su sentido una tarde de noviembre bajo un cielo estrellado.

El sentido no está aquí, no somos sus guardianes sino sus merodeadores, nosotros lo producimos mientras espirales de vértigo lo lanzan afuera, no sabemos dónde está, ni siquiera si está en un lugar. El misterio y el sentido coinciden en una Afuera Absoluto, eso pensamos, nosotros, la rebelión anónima de Niños Perdidos y Mutantes Melancólicos. Pero no sabemos qué sentido tiene lo que pensamos pero nosotros somos sus proletarios trabajamos incansablemente todos los días no va a llegar ni aunque corras y escribas más rápido de lo que piensas somos los hombres-máquina que fabrican sentido y el sentido se enfrenta a nosotros como lo inhóspito.
Nuestra alienación es metafísica y algunas noches de verano describimos sentimientos que revolotean en el aire y se esconden como niñas y niños jugando al escondite en parques radioactivos bajo un cielo teñido de verde y amarillo un denso humo flota y nos envuelve.

Estamos cansados. Perdidos. La sintaxis se rompe, nos deja solos, ¿quién dijo que la ceremonia de la confusión concluiría? Concluirá, sí. Nosotros no estaremos allí. No hay el allí. El silencio final no estaba antes, te mentimos, es una ilusión que altera la realidad. Allí no llega nada. Tú eres el límite. El Límite. No hay manera de no pensar metafísicamente. El verbo nos produjo extrañeza desde el día en que nos lo presentaron. No fue un día. Surgió. Aconteció. Irrumpió. Ha estado por aquí, dando vueltas. Da vueltas. Digamos: entre vuelta y vuelta hay ilusión de progreso. Nosotros nos ilusionamos. Avanzamos. Decimos: el destino no implica necesidad, o decimos la libertad y el azar y la necesidad son lo mismo. El destino es una llamada sin sujeto. Nadie nos llama. Pero hay una llamada. De repente te despiertan y suena el móvil y vas a cogerlo y todo era un sueño. Hay sueños dentro de los sueños capas infinitas capas.
Uno se aventuró, que nosotros sepamos, eso refieren las noticias desde el fondo, fragmentos alucinados de información. Podría ser mentira. Una leyenda, que uno se aventuró.

Ah, pero entonces no había espectadores. Eso sí que eran héroes. Pero fueron héroes porque Alguien los narró. Produjo a los espectadores del futuro. El sentido se disemina porque el lenguaje es un virus. Los produjo, no nos mireis así. No entendemos muchas cosas. La espera. El verbo mirado desde cierto ángulo se escurre como los peces mutantes del pasado. Hablo de un pasado remoto en el que no había hombres, no había espectadores quiero decir. Así que nadie lo vio o quién sabe. Si los calamares gigantes nos leen la mente 2+2=4, esto es lógica. Tampoco sabemos cómo irrumpió la lógica, tampoco qué pensaban los espectadores de los peces mutantes, quizá advirtieron que esa mutación ni siquiera era el comienzo de una narración y que llegaban cuando ya había empezado (quizá estaba por la mitad, imposible saber) y que un poco más tarde hombres y mujeres serían los protagonistas de la narración.
Nada comienza ni termina. El verbo se hizo carne, dicen. Pero no es carne. Es el virus de la carne. Esto está mejor.

Usted corta una barra de pan y la identidad de su sustancia se divide, ahora tienes dos sustancias, aunque el sustantivo no cambia, sigues diciendo pan, pero ya no es el pan, es dos panes. ¿No es maravilloso? Pasamos años meditando sobre esta cuestión. Era para nosotros una cuestión técnica. Un problema a resolver. Nos dolió la cabeza y nos arrastramos por el suelo mirando estrellas. Que soledad pasamos. Pues bien, el verbo nos desveló y pasamos meses sin dormir, o mejor dicho, durmiendo poco y mal. Cuando ya era de día nos dábamos cuenta de que no habíamos avanzado nada: nos habíamos entretenido dibujando figuras en la arena, aplazando el momento. Era un momento importante y el temblor y la agitación convulsionaban nuestra carne que hervía bajo las estrellas. Dormíamos con rabia: la tranquilidad la aplazábamos también. Caíamos rendidos sobre la arena en una confusión (Confusion!!!) sin límites, monstruosa, la pura diferencia sin identidad, sin sustantivos a los que agarrarnos. Piénsenlo bien: un Universo sin sustantivos. Ansiábamos refugio metafísico. Parias galácticos, huérfanos. Siempre con una espesa mezcla de temor inabarcable y vitalidad extrema y desgarrada que nos dejaba un gusto agridulce en la boca.

En fin, cuando cortas una barra de pan estás tú, el sujeto, y está el pan, el sustantivo, del que puede predicarse que está duro, poco cocido, etc. Sus cualidades. Oscuramente presentíamos que la clave de todo era el verbo... pero no sabíamos, no acertábamos a, no... Beber, por ejemplo: el agua recorre tu garganta. Pero. Nos enfurecimos con la gramática. En vez de frases nos hubiese gustado lanzar al viento mordiscos y puñetazos y gritos y patadas.

Construir el sentido como máquinas averiadas, fuera de quicio. Nos sentimos estafados. Nada acontecía. Nada acontecía y si quitabas sujetos y predicados sólo quedaba el acontecimiento, el maldito verbo y no podíamos dejar de hablar como posesos yonquis enfermos: precipicios derrumbes aceleración entrópica verborraigica. Lo llamamos Principio de Aceleración Semántico-entrópica. Porque no podíamos dejar de llamar cosas, etiquetarlas, clasificarlas, ordenarlas. Luchando como titanes insomnes contra el caos y siendo vencidos una vez y otra: bucle infernal sin salida, loop maldito, ensordecedor, infinito.
El silencio, aspirábamos al silencio y si no había forma de logarlo íbamos a hablar hasta destruir el lenguaje.
El virus se ramificaba no importaba que nadie escuchara. Hablábamos para seguir hablando para no morir y morir era el silencio y el caos y fragmentos de meteoritos nublaban la pantalla chocando entre sí: planos de medio segundo, de menos aún, planos invisibles, velocidad terrorífica, pavor, esto ya no puede acelerarse más, la tendencia tendrá que revertir, volver al psado para comenzar el futuro.
Otra vez.
Siempre.
Llamadas de auxilio.
Dijimos: estamos solos.
Creo que no se entendió bien lo que queríamos decir.
El sentido.
Flotaba como una nube de gas aureolando la espiral galáxica. No era no estar con gente. nada que ver. Cómo nos gustaría saber expresarnos. Queremos decir: una soledad de derrumbe del Gran Otro Simbólico.
El Gran otro no existe. ¿Compartirán nuestros espectadores el marco de referencia? ¿Hay un marco de referencia? No hay cuestión, no hay tema, ésa es la cuestión, si se me permite lo paradojal de todo esto. No es esto. Estamos recorciendo el pescuezo del sentido. Ahora que el Gran Otro no existe, ¿podemos creer en él?.

-Tú llamas al Gran Otro deseando lo que no existe.
-No, yo aúllo a las estrellas y fumo un millón de cigarrillos porque el Gran otro se ha fragmentado y se ha disuelto en el torbellino entrópico que nos asola. El cadáver descompuesto de la ilustración.
-¿Qué significa eso?

Un Gran boca gigante ha soplado la nube de gas que aureolaba la espiral galáxica, creo que es hora de irse a dormir y mañana será otro día y luego otro y luego otro.

Voces desde el comunciador a ti confluyen, conducto de fragmentos de información.

El Gran Otro Fragmentado ha dejado de emitir señales, llamadas. Mañana nos arrastraremos otra vez, perdidos, acorralados. ¿Pasado mañana mereceremos un respiro? Nuestros nudillos sangrantes se perderán como lágrimas en la lluvia.

-Piensa en la nada no como una entidad negativa sino como una no-entidad positiva, como un agujero flotante en la Gran Pantalla Total a la que llaman Universo y piensa en los ojos de las estrellas vistos sin la interferencia de la atmósfera, piénsate como un satélite olvidado girando en torno a un planeta muerto. Construye el sentido en medio de la saturación mediática. El naufragio se ha quedado sin espectador.
-Nadie está mirando el laberinto desde arriba. Nos movemos y auto-replicamos como virus desplazando continuamente los límites del laberinto, trastocando su forma, mutándola.

Una nube de mosquitos. La droga es la mercancía definitiva y las grandes corporaciones han comprendido que la publicidad viral era el mejor medio de invertir los términos haciendo de toda mercancía una droga, el ciclo compulsivo del consumo y el retornar de las modas que nos pasan, dijo W. sintiendo el centro ausente de la noche al exhalar el humo dulce de la marihuaba.

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