lunes, 4 de mayo de 2009

Esperando, eso es todo (incluye notas a pie de página que dificultan la lectura!!)

Estoy sentado esperando a que cese la lluvia ácida(1). El exceso de canales de televisión dispersa mi atención: cambio continuamente de canal, cada tres segundos, sin expectativas y sin la capacidad requerida para seleccionar algún programa determinado del flujo constante de programas que desfilan por la pantalla y concentrarme en su visionado. Ha sido necesario cerrar las ventanas y bajar las persianas Anti-radiación (AR). Un exceso de ofertas que paraliza la capacidad de decisión(2). Espero. Para describir mi estado psíquico es necesario acudir al símil de las ruinas arquitectónicas. Mi mente es como un edificio en ruinas(3). También: como una máquina averiada. Como un animal deslumbrado por las luces de un coche, incapaz de apartarse, consciente de la inminencia de la catástrofe. Como un espantapájaros sin cerebro(4). Como una pequeña laguna de agua estancada. Espero. La certeza de que el retorno al estado de fluidez y agilidad mentales es un acontecimiento independiente de mi voluntad me deja en la incómoda posición de tener que acudir al rezo (a algún dios bailarín) como último, desesperado e inútil recurso. Como una marioneta guardada en un viejo baúl de madera. Afuera sigue lloviendo. La lluvia ácida deshacía la carrocería de los automóviles antiguos. Se estropearon millones. Gracias a la lluvia ácida la industria del automóvil pudo recuperarse y rebasar su tasa de ganancia anterior a la crisis, ya que fue necesario fabricar nuevos coches con protección anti-lluvia-acida (PAA). Una bendición caída del cielo. La mayoría de los canales de televisión tienen la función de fomentar, canalizar y difundir el rencor y la ira. El Espectáculo grotesco de una discusión permanente que se alimenta de discusiones anteriores y proyecta hacia el futuro nuevos horizontes de exabruptos y malentendidos. Emitiendo las veinticuatro horas del día. Desde todos los alatavoces y desde todas las pantallas. Un bucle sin punto de fuga. Apago el televisor y me quedo mirando la pantalla vacía. Se escuchan durante unos segundos unos chisporroteos supongo que electromagnéticos. Un extraño vacío me eriza la piel: quizá se trate de un nudo en el estómago, que es una forma de decir que no me encuentro muy bien y que todo me asusta. Deja de llover. La sensación de que todos los transeúntes se fijan en mí sin duda se debe a un estado de conciencia alterado, pero el hecho de saberlo no es suficiente, la sensación persiste: una sensación viscosa, desagradable, paranoica. La ansiedad es como un barranco. Como caer por un barranco, mejor dicho, porque a un barranco como tal la verdad es que no se parece en nada. Si estás cayendo a veces lo único que se te ocurre es cerrar los ojos y confiar en que lo imposible irrumpa en el mundo de los hechos, una variante de creo porque es absurdo(5). Fabricar dos alas de cartón y pegártelas con celo en la espalda y correr por la carretera solitaria salpicada de farolas crepusculares y seguir corriendo aunque notes el pulso latiendo en la sien y sientas que tus piernas van a doblarse en cualquier momento dejándote tirado en la cuneta. Una carretera en el desierto. De noche tu cuerpo se encogerá por culpa del miedo adoptando la posición fetal (regresión infantil) y enviarás mensajes al móvil de desconocidos pidiendo ayuda. Nadie contestará(6). Como un muñeco de nieve en agosto. Espero. Me siento en un banco. Hay restos de pipas y colillas en el suelo. Un hombre toca un violín. Sonríe. La vida no es tan mala. Al fin y al cabo, hay momento buenos. Eso pienso. Me doy ánimos. Eso es todo lo que soy capaz de pensar en mi estado psíquico de ruinas prematuras. Eso es todo, eso es todo. Repito que eso es todo hasta que deja de tener significado. Hago un gesto con las manos abarcando la totalidad del universo. Me encojo de hombros. La multitud que circula por la calle justo delante del banco en que me he sentado hace que me sienta más solo. Dos chicas me miran y luego hablan entre ellas y luego se ríen y luego se acercan al banco en el que estoy sentado mirando con ojos catatónicos a la desfilante y caótica multitud como si desfilaran por la pantalla de un televisor gigantesco de alta definición. Me siento completamente aterrorizado. Quizá mi terror las espanta, porque me saludan y se van y se dan la vuelta y se ríen. El corazón me late como un doble bombo arrítmico y feroz. Me pongo rojo de vergüenza, examino mi ropa, mi pelo, buscando algún detalle del que haya que avergonzarse, pero no encuentro nada y no entiendo nada y quisiera dejar de ser yo, aunque sólo sea durante un rato(7). Espero sentado hasta que me recupero y entonces me levanto y camino a la deriva. Las afueras de la ciudad conforman una especie de cementerio industrial, viejas fábricas en ruinas que emiten una fantasmal luminiscencia(8) de nostalgia y silencio, de abandono y resistencia estoica(9). Llueve otra vez. Me refugio en un portal. Espero. Quiero que mi cerebro vuelva a su sitio y desaloje el miedo. Eso es todo. No encuentro las baldosas amarillas.
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1. Causada por los gases contaminantes que emiten los motores de los coches: óxidos de nitrógenos (NO y NO2), así como el azufre, en forma de dióxido de azufre (SO2). Información obtenida de Manual de normas, señales y seguridad vial (incluye contenidos de seguridad vial y onducción de motocicletas).
2. Una experiencia similar a la del ser-arrojado-en-el-supermercado. Esto lo escribo deliberadamente en contra de las teorías que celebran la acumulación de mercancías como una ampliación de la libertad. Quizá incluso contra cierta tosca concepción de la libertad.
3. No obstante, la metáfora de la mente como un edificio no podría estar más equivocada. Sacrificamos, a nuestro pesar, la dimensión cognitiva de la metáfora en aras de su dimensión expresiva, porque los estados de ánimo no se expresan solos. Aprovechamos la ocasión para desaconsejar lecturas subjetivistas: creemos en los estados de ánimo como singularidades impersonales. Con esto queremos decir que un estado de ánimo, por muy singular que sea, no es una propiedad exclusiva de un sujeto.
4. Clara referencia a El Mago de Oz. Imaginen la versión en modo dirty realism: el espantapájaros pierde su cerebro por culpa de una resaca de campeonato.
5. Según Slavoj Zizek, la verdadera fórmula de la creencia
6. Lógico, no te conocen.
7. Típico misticismo resacoso.
8. Existen varios tipos de luminiscencia, clasificados en función de la fuente de excitación lumínica: fotoluminiscencia, electroluminiscencia, y dos tipo de fotoluminiscencia, clasificados en función de la duración del fenómeno: fluorescencia, fosforescencia, siendo ésta última la que dura más tiempo una vez ha sido removida la fuente de excitación. Los materiales fotoluminiscentes requieren la siguiente estructura: ZnS, CaWO4, Zn2SiO4, que no tengo ni idea de lo que significa. Las pantallas de televisores a color requieren de cuatro colores catoluminiscentes. Estos son: (a) rojo, para el cual se usa frecuentemente YVO4:Eu3+ . (b) azul -ZnS:Ag+ (c) verde -ZnS: Cu+. Para pantallas blanco y negro, se usan mezclas de la emisión azul ZnS:Ag+ y la emisión amarilla (Zn, Cd)S:Ag+. Aquí, no obstante, me limito a un uso metafórico que conlleva un vagabundeo semántico por las connotaciones de la nostalgia y el abandono y no precisión científico-química, pero me apetecía introducir una nota a pie de página emulando a David Foster Wallace (DFW).
9. El atributo estoico creo que puede ser transferido a un edificio, con base en el vagabundeo semántico que implica (veáse nota 1) el uso metafórico del lenguaje. Pueden detectarse ciertas manías de la estética expresionista o romántica(a) en dicha transferencia. Dicho vagabundeo incluiría un recorrido por ciertos términos del conjunto semántico del estoicismo, tales como la serenidad, la ataraxia, etc(b), así como una especie de vapor connotativo no verbalizado.
a. Nos referimos a la proyección de estados de ánimo sobre el paisaje (veáse nota 3 sobre los estados de ánimo).
b. Cualidades del tipo de resistencia al que nos referimos.

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