miércoles, 13 de junio de 2018

Silvia Broome - Sobre librerías, melancolía y días lluviosos

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Sobre bibliotecas, alegrías y días soleados



Me acuerdo de cuando trabajé en la Biblioteca pública de Badajoz y encontré ¡Que viva la música!, de Andrés Caicedo, mientras estaba ordenando libros. Hacía años, muchos años, había estado bastante obsesionado con Andrés Caicedo, pero en aquel entonces ¡Que viva la música! estaba descatalogada. 

(Aquel entonces, ese tiempo difuso en el que se sitúa toda narración)

Era una extraña obsesión, ya que apenas había leído tres o cuatro cuentos de Andrés Caicedo, y algunos fragmentos de obras de teatro, que había ido encontrando por Internet y que había imprimido. Releía una y otra vez esos fragmentos. Los había imprimido encabezados por una foto de Andrés Caicedo. Tenía el pelo largo, estaba delgadísimo, se había suicidado muy joven y era el Joyce de Cali. Para mí era un mito.

Así que encontrarme inesperadamente con la novela ¡Que viva la música! tantos años después fue un acontecimiento feliz. Me autopresté la novela y nada más llegar a casa me puse a leerla. La leí de una sentada. Afuera un sol abrasador, inmisericorde, fustigaba la ciudad sin piedad.

(Moraleja del post: ordenar libros es una actividad más que recomendable)

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