miércoles, 27 de junio de 2018

La resistible retórica onírica de los jueces catódicos

En Masterchef, ese teatrillo fascistoide protagonizado por unos jueces arbitrarios y creídos, cumplir los sueños se presenta como el objetivo vital supremo, aquello a lo que todo ser humano tiene el deber de aspirar.

Hay llantos, desconsuelo, rostros compungidos. Hay dolor, voluntad de superación. Hay que escenificar el sacrificio que exige el cumplimiento de los sueños. Los dioses culinarios no otorgan sus dones a la ligera. Cocinar cuesta. Los cocineros habitan en el Olimpo, eternamente resplandecientes, dorados por el fulgor catódico que nunca cesa. Hasta esa cima solo llegan los elegidos, los que verán sus sueños cumplidos y serán, por tanto, agasajados con una fervorosa salva de aplausos.

Pero este imperativo categórico onírico —cumple tus sueños, cueste lo que cueste— es un disparate. No se busca materializar ningún sueño —eso es un contrasentido, además— sino reconocimiento, prestigio social, fama. Bajo el lema cumple tus sueños no hay más que sumisión al gusto y a la moral reinantes. Y, dado que el reconocimiento es un bien escaso*, parece muy probable que genere más frustración que alegrías entre los aspirantes a habitar en el Olimpo.

*La idea de que puedes lograr lo que te propongas si te esfuerzas lo suficiente es simple y llanamente mentira. ¿No es una evidencia palmaria que puedes esforzarte muchísimo en conseguir algo y no lograrlo? Por poner un ejemplo concreto: si apenas el 2% de los escritores pueden vivir de lo que escriben, creer que si te esfuerzas lo suficiente puedes llegar a escribir libros que vendan tanto como los de Mario Vargas Llosa, ¿no sería una creencia injustificada? Puede pasar, pero es poco probable, y no depende exclusivamente, ni mucho menos, de tu esfuerzo. Siento ser portador de malas noticias, pero este universo es caótico y es extremadametne dudoso que el tiempo ponga las cosas en su lugar.

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