Como llevo todo el día hablando del ISIS, de Al-Qaeda, de las YPJ —¡viva la resistencia de las mujeres kurdas!—, de la venta de armas por parte del gobierno francés —y de España— a Arabia Saudí, de la (no tan) lejana guerra de Afganistán, de las olvidadas víctimas de Yemen, el país más pobre de Oriente Medio, de la persecución religiosa que sufren las musulmanas cuando el laicismo mal entendido se vuelve (también) una ideología intolerante y fanática y criminaliza una religión, lo que me parece una abyección moral, por cuanto en lugar de dejar ser al otro un otro se le obliga a que sea como nosotros, y de mil cosas más —creo haber hablado sobre la época del terror jacobino, aprovechando que ensalzamos tanto la revolución francesa y que nos olvidamos de las miles de personas que pasaron por la guillotina, nada de lo cual impide, obviamente, que lamente y condene la muerte de los inocentes—, hasta el punto de haberme aburrido soberanamente a mí mismo sin haberme aclarado, para más inri, lo más mínimo sobre la compleja situación actual, ahora necesito regresar a la dorada, añorada, idealizada infancia, a esa época en la que la felicidad consistía en sentarse delante del televisor a ver Campeones y en la que no sabíamos nada de geopolítica, odio, miedo, sangre y horror. Un pequeño paréntesis para el recuerdo y la nostalgia. Sigan el enlace.
Las series que marcaron nuestra juventud.
martes, 17 de noviembre de 2015
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Why Movies Just Don't Feel "Real" Anymore
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