jueves, 8 de mayo de 2014

Allá arriba


El viento rizaba el lago funesto y los pensamientos mientras barrías las nubes, las desintegraba con el hacha, y allá arriba se entreveía el Juicio Final que culpaba de nada a cada uno de nosotros.
Fleur Jaeggy, Los hermosos años del castigo 

Mis manos son también unas manos de viejo, se pueden contar los huesos y las venas. Y entre las páginas de algunos libros también guardo flores secas. Están ahí para que adustos filósofos, demasiado serios, se conmuevan y dejen de pensar tanto. Pétalos secos contra la Filosofía occidental. Ahí es nada. Pero ya no fumo. Aunque, a veces, me da muchísima pena no fumar. Hay algo muy triste en el hecho de no fumar.

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