Las piruetas del eremita imprimen una fugaz una estela dorada en el cielo nocturno. Su danza se desvanece: el desierto la engulle.
Sobre la línea del horizonte, a contraluz, puede verse la figura del payaso melancólico: se tropieza cada dos o tres pasos, pero nadie se ríe.
Creo haber visto a un eremita sonreír al contemplar a un payaso levantarse impulsado por una luz dorada.
ResponderEliminarAhora bailan juntos a tropiezos.
Si lo lees del tirón sin ahogarte, es porque no necesitas comas en tu vida ja,ja,ja.
ResponderEliminarXD
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