miércoles, 17 de octubre de 2012

Después del fin, sí

Seguir aquí después del fin, sí. Perseverar, a pesar de todo. Una ciega urgencia te arrastra. Querrías rescatar las palabras asomadas al abismo y devorarlas para que estén contigo cuando ya no haya nadie, solo silencio. El resplandor infernal de Saturno se refleja en las calles mojadas. Hay una ferocidad ebria oculta en el corazón de la quietud. Oyes vibrar el mundo a tu alrededor. Querrías morder la lluvia, el viento, el frío. Deseo caníbal, melancólico. Hablas como si los lazos entre las cosas se hubieran roto, y miembros errantes cruzaran el cielo, desgajados. Como si nada rimara con nada. Un rostro aquí, una mano allí, en el escenario fantasmal del cielo gris, de tu imaginación gris. La lluvia, a todo esto, cae sobre los tejados de las casas deshabitadas que se ven desde tu ventana. Toda la noche desvariando, queriendo dormirte pronto para despertarte pronto para acudir a una cita con algo que no sabes qué es y se te escapa de las manos. La luna, una vez, recuerdas, se deshizo entre tus manos, mientras lobos errantes retaban a la noche. Siempre algo que se deshace, que huye, que se te escapa, algo perdido que nunca existió. Habitar en las ruinas, iluminadas por el desvarío. Palabras antiguas, tus palabras, de repente odiosas. Sintaxis odiosa. Poesía odiosa. Querrías escribir una prosa tan cristalina, tan perfecta, tan exacta y fluida que sería como si el propio lenguaje se hubiese borrado para dar a luz y mostrar lo que solo gracias a él puede darse y mostrarse.

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