lunes, 3 de noviembre de 2008

Equilibristas a la intemperie


Dicen que el miedo no existía antes de que el ser humano alzara la cabeza, adoptando la postura erecta. Dicen eso, pero yo no sé quienes lo dicen. El lenguaje habla desde hace milenios, se despeña como un torrente inagotable por lo siglos y las civilizaciones, ilumina las cosas y deja zonas en penumbra. Antes de que el miedo existiera tampoco existía la alegría. En la radio Heráclito dice: armonía de contrarios, como el arco y la lira. Armonía de contrarios, tensión irresoluble. No hay superación sino tensa convivencia. Eso dice Héráclito y ningún tertuliano osa contradecirle. Equilibrio frágil. Si el miedo expande la zona en penumbra y conquista todo el territorio la catástrofe será de dimensiones difícilmente imaginables. El miedo planea sobre nuestros cerebros como una nube amenazante y dicen que el miedo no existía antes de que el ser humano alzara la cabeza y adoptara la postura erecta. Aunque probablemente no es cierto y el ser humano siempre haya conocido el miedo, incluso antes de hacerse humano. ¿Cuando se hizo humano? No hay consenso al respecto. Era, seguramente, un miedo más primitivo y concreto, más inmediato y definido. Miedo a los animales salvajes y a las tormentas, por ejemplo. Cuando alzó la cabeza vio las estrellas y antes de adorarlas un vértigo nunca antes sentido le recorrió la garganta y el pecho y sus manos temblaron. Mucho antes del desarraigo tecnológico se produjo el desarraigo de una mirada que de repente abarcaba millones de kilómetros. Una lejanía inconmensurable. Seguramente nos mareamos y agarramos la tierra con las manos en un intento vano de refugiarnos en una seguridad ya para siempre ilusoria. Y no nos quedó más remedio que enfrentarnos a las múltiples posibilidades abiertas por ese alzamiento de cabeza que alteraría el curso de la historia, convertidos todos en equilibristas caminando a la intemperie sobre el filo de una navaja.

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