Ya sé que no es comparable la suerte de Boecio, condenado a muerte, y la mía, condenado a la sala infantil de la biblioteca los fines de semana de este larguísimo y aciago mes, pero aun así he de decir que no me convence Boecio y que veo a la Filosofía impotente para consolarnos de los caprichos de la terrible diosa Fortuna, pues no hay consuelo, solo llanto y rechinar de dientes, ni hay orden o razón, solo ciego azar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario