domingo, 24 de marzo de 2024

Calimoso torpor

Tarde dominical, aletargada y calimosa. Tardé de café de máquina y lecturas distraídas. La luz, tenue y terrosa, como de sodio desvaído, apenas si se filtra por los cristales. Los niños aún no han llegado a la biblioteca. La tarde transcurre, de momento, silenciosa, agradablemente aburrida. Hay que saborear esta paz, esta quietud, esta breve calma. El tiempo devuelto a sus antiguos goznes. No durará mucho. Lo sabemos. El cielo tiene el color de una pantalla de televisión sintonizada en un canal que emite un ruido blanco y dorado. Una extraña cualidad postapocalíptica flota en el aire. Un bochorno denso. Los árboles parecen más callados que de costumbre. El mundo sumido por un instante en una serenidad magnífica, esplendorosa. Pero este bello mundo de calimoso torpor y moroso transcurrir del tiempo no puede durar. Los seres humanos tienen la funesta manía de ir y venir, de correr, de gritar, en fin, de molestar. ¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo! Eso dijo Zaratustra. ¡Bien dicho!

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